¡Queridos camaradas!: las ardientes cenizas del antiguo régimen
La carrera de Andrei Konchalovsky se ha extendido largamente en el tiempo. Comenzó
en los años ‘60 como colaborador en los guiones de Andrei Tarkovsky. Su inicio
como director fue El primer maestro
(1966). Ha filmado tanto en Europa como en EEUU, donde dirigió la notable Los amantes de María (1984). En los
últimos años sus producciones las ha llevado a cabo en su tierra natal, Rusia.
Ahora en SANFIC 17 tuvimos la oportunidad de apreciar su última película, “¡Queridos camaradas! (2020),
realización inspirada en un hecho histórico: una huelga en una fábrica en la
Unión Soviética de los ‘60.
El relato transcurre en
1962, en la ciudad de Novocherkassk. Lyudmila “Lyuda” Syomina (Yuliya
Vysotskaya) es parte del comité regional que dirige la ciudad. La organización
debe hacer frente a una huelga que se declara en una fábrica de construcción de
motores por la drástica baja de los sueldos que se impone a los trabajadores. Los
huelguistas no aceptan ninguna mediación y el gobierno decide enviar tropas
para sofocar el incipiente levantamiento.
Durante el desarrollo de
la historia, el octogenario director traza líneas de lo que era una sociedad
post Stalin. Un colectivo que empieza a superar el terror estalinista, que
parece abrirse políticamente hacia una nueva etapa, conocida como El Deshielo,
pero que en la práctica aún le quedaba mucho camino por recorrer.
La película retrata a la
comunidad de aquel entonces. Comenzando con la familia de Lyuda. Ella es la
devota funcionaria del sistema político imperante. Dentro del comité, ella es
la voz más dura contra los huelguistas. Luchó en la 2° Guerra y no olvida al
desaparecido líder soviético y su orden político. Luego está el padre de Lyuda,
un anciano que vive de los recuerdos de las luchas revolucionarias. Él guarda
bajo su cama, su antiguo uniforme del ejército cosaco así como la imagen de una
Virgen. Y finalmente, su hija Svetka, quien trabaja en la fábrica y cree en la
nueva política de apertura. A esto se suma Vicktor, un agente de la KGB, que
llega a la ciudad para detener el movimiento obrero y, después, borrar las
huellas de los luctuosos hechos.
La representación que hace
el film de la sociedad también se despliega en otras líneas. La casta
burocrática que dirige, representada por el comité local en el cual participa
Lyuda. Un grupo de funcionarios acostumbrados a emitir informes políticos
administrativos, que suenan en ciertas oportunidades extrañamente kafkianos. Ellos
no pueden con la fuerza de los huelguistas y toda su minúscula nimiedad emerge
en sus inútiles acciones y discusiones. De estos discursos vacíos y
llenos de consignas patrióticas, está la alocución que debe hacer Lyuda y que
comienza con el trillado título: ¡Queridos camaradas!”.
La incapacidad del comité
local da paso a los funcionarios que tienen directa relación con el poder y que
junto a los militares toman acciones sin ninguna piedad sobre los obreros. Al
respecto, el relato muestra cierta simpatía por algunos oficiales de los altos
mandos militares y sus reparos por las acciones asignadas que deben llevar a
cabo. En cambio, se muestra implacable con las imágenes de los funcionarios
políticos que toman la decisión final. Los exhiben como burócratas insensibles encerrados
en oscuros salones, muy cercanos a autómatas.
Después que la huelga es
reprimida de manera sangrienta, todo se desmadra. Vuelve el terror estatal, las
acciones sumarias secretas y la persistencia de esconder y reescribir el
pasado. Signos que después de la muerte de Stalin y la realización del XX
Congreso Comunista, reunión que por primera vez criticó de manera pública las
políticas del jerarca, se sentían males que el nuevo Estado buscaba erradicar.
La película está filmada
en un blanco negro, bastante estilizado, lo que suaviza de alguna manera los
instantes más atroces de la historia. Los espacios cotidianos de convivencia están
filmados de manera oclusiva. Los personajes en sus hogares se muestran como
constreñidos por los muros y puertas. Así también se exhibe la huida de los
funcionarios del comité de la fábrica, a través de corredores pequeños y
claustrofóbicos. La muestra gráfica de su pequeñez.
En cambio, la escena de la
matanza de trabajadores, tiene una singular secuencia que alude
figurativamente al estado social del momento. Se inicia dentro de una
peluquería donde se escucha una melodiosa música. La cámara se acerca poco a
poco a la ventana, la música continúa y se ven personas corriendo de un lado
para otro mientras algunos caen heridos. El cuadro se asemeja a un televisor con
un audio que contrasta con lo brutal de sus imágenes. En ese momento, Lyuda
logra entrar para refugiarse, salvando una chica que está herida y el sonido de
la masacre entra con ellas. La cámara se mueve ligeramente y se ve a la
peluquera en el piso muerta por un disparo. Cuando comienza el terror, nadie está a salvo.
La película es una gran
muestra de la mano veterana de Konchalovsky, un cineasta que lleva filmando más
de cinco décadas filmando y que aún se ve en buena forma. En este trabajo, que
revisa un momento de la historia soviética cuando se abría a una nueva era,
coinciden con sus primeros pasos en el cine. Un relato que devela las
contradicciones de una sociedad que trataba de superar una horrenda dictadura,
buscando avanzar por otros caminos. Caminos que, por momentos, se aproximan
mucho a los procedimientos del antiguo régimen. En el fondo, las cenizas de la
pasada dictadura siguen ardiendo en el interior del sistema. Sistema que
funciona independiente de quien lo administre. Las cosas van cambiando para que
en esencia nada cambie. Un guiño a El
Gatopardo.
Cristian Uribe Moreno
¡QUERIDOS
CAMARADAS! (DOROGIE TOVARISCHI!)
Rusia
2020
Dirigida por Andrei Konchalovsky
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