Taller K

  . El cine español de las últimas décadas ha estado en un gran nivel. Productos comerciales y artísticos muestran una industria en excelente estado, exhibiendo realizaciones de gran factura, sin perder su vocación masiva. Las películas Tarde para la ira (2016), debut cinematográfico del actor Raúl Arévalo, y Quien a hierro mata (2019) de Paco Plaza, son dos excelentes ejemplos que están en Netflix. Ambas cintas dan cuenta tanto de la altura que han logrado la cinematografía española como de la cómoda adaptación que han tenido con el cine de género, en este caso, el género negro. El cine negro de hoy si bien dejó de lado ese estilizado blanco/negro, para dar cuenta de historias ancladas en una realidad más reconocible, sus historias siguen siendo igual de complejas. De esta manera, las películas de esta clase continúan presentando sus rasgos: “la ambivalencia moral, la complejidad contradictoria de situaciones y personajes y la turbiedad de los móviles” [1] .   Así, transitando p

    El encierro de meses ha dado tiempo de ver y repasar películas que circulan en internet, tanto nuevas como antiguas, tanto internacionales como nacionales. En el caso de estas últimas el sitio ondamedia.cl ha sido un excelente lugar de encuentro con el cine de nuestro territorio. El sitio ofrece una amplia gama de obras especialmente de los últimos años. En el recorrido de estas creaciones, al revisar las cinematografías de algunos realizadores, se puede percibir su obra como conjunto. De este modo se observan coincidencias formales y conceptuales, signo de coherencia de un todo mayor. Al respecto, repasé dos películas de Pablo Larraín, que marcaron su despegue internacional, reconociendo puntos de contacto y diferencias. Ambos filmes son un díptico perfecto para hablar de períodos de la historia de Chile que aún provocan debate. Las películas Tony Manero (2008) y Post Mortem (2010), están enmarcadas en el período de la dictadura militar, la primera, y en los últimos días de

  Monos (2019) es el nombre de la más reciente producción colombiana que exhibe Netflix. Fue la candidata de Colombia a los premios Oscar del 2019 y ha cosechado numerosos reconocimientos fuera de su territorio. Por lo que es una buena aproximación para mirar el cine que se realiza hoy en ese país. La trama del largometraje gira en torno a un grupo de niños-adolescentes pertenecientes a la guerrilla (no se menciona cuál específicamente pero puede ser cualquier tipo de guerrilla) que custodia a la secuestrada doctora Sara Watson. Primero en la montaña y luego, en la selva. Eso en lo general, pues la historia rehúye mayor información, no da mayores detalles. La tónica de la película es su austera narrativa, difusa en algunos momentos. El relato descansa casi exclusivamente en sus imágenes por lo que ningún plano sobra a la hora de entender el desarrollo de las acciones. Lo que se establece claramente desde un comienzo es el cuidadoso trabajo estético de la obra. Dividida en dos escen

Apenas estuvo en la cartelera digital de Netflix, no dudé en darle un vistazo a la primera película chilena producida por la, hoy vapuleada, plataforma de streaming. Una apuesta online para la cinefilia nacional llevada a cabo por Gaspar Antillo, quien obtuvo el premio a mejor director en el festival de cine de Tribeca; sumada a la particularidad de contar con Jorge García, el chileno que no dice ni “hueón”, dentro de su reparto como protagonista. Sin duda una oferta más que interesante. La historia comienza con el Memo (Jorge García) un joven que vive con su tío Braulio (Luis Gnecco) a quien ayuda en la rutina en su diario vivir en una tranquila localidad del sur de Chile. Nos presentan a un protagonista muy introvertido, que solo interactúa medianamente con su tío y tiene excesivas dificultades para sociabilizar; esto se va complementado con unos flashbacks que nos muestran la infancia de Memo quién tiene una habilidad vocal tremenda y cuyo anhelo era ser un cantante gracias a su g

¿Quién es Vicent Malloy? La respuesta debería ser sencilla “es un chico obediente, aunque algo huraño”, pero esa primera impresión es una respuesta demasiado obvia, corriente y normal. Y ninguno de nosotros vemos películas de Burton buscando “normalidad”. Entonces, de nuevo: ¿quién es Vincent Malloy? ¿Es, acaso, esta criatura poseída cuya esposa fue enterrada viva? Yo creo que sí, pero el que podamos plantearnos esta interrogante solo habla de la genialidad de este corto. Esta historia minúscula, que podría ser fácilmente una nota al margen de un libro, está contada de una forma tan perfecta que es capaz de trasmitirnos incertidumbre, sorpresa, melancolía y tal vez incluso un poco de preocupación. Nos asombramos con este niño de cabellos en punta que es capaz de bañar en cera a su tía (¿o se lo imagina?) y, como en todo trabajo de Burton, ya no nos interesa lo normal, lo clásico o lo esperable; amamos a los monstruos, a los terrores nocturnos que ya no nos parecen tan horribles, po