WANDA, PERDIDA EN LA CARRETERA
Hace tiempo ya que la
plataforma de Youtube se ha convertido en una fuente inagotable de información
y entretención del más vasto tipo. En su inmenso catálogo de producciones audiovisuales,
se pueden encontrar películas y series, tanto actuales como antiguas. Hay algo
de arqueología cultural si uno comienza a hurgar en sus infinitos archivos.
Algo así como una biblioteca de Babel digital. Ahora bien, muchas veces los
archivos no están en las mejores condiciones. Sin embargo, si se trata de una
copia en buen estado de una película notable, es encontrar un tesoro. Algo de
esto hay en la película Wanda (1970)
de Barbara Loden. Primera y única incursión en la dirección de la actriz. Un
debut que merece una revisión y revalorización de la obra y su creadora.
La obra cinematográfica de
Loden se enmarca dentro del género de road
movie (o película de viaje por la carretera), además de ser un claro ejemplo
de cine independiente y social, reflejo de los nuevos cinemas que irrumpieron
en los años sesenta.
La narración da cuenta de
la vida de un ama de casa Wanda (interpretada por la misma Barbara Loden), que al
inicio de la historia se divorcia de su esposo y cede la custodia de sus hijos.
Ella sale al mundo, una Norteamérica alejada del glamour y los estereotipos,
más cercana a la marginalidad.
Lo que pudo ser la
historia de una mujer liberada del yugo patriarcal, tomando las riendas de su
destino, se convierte en la crónica de un ser indefenso que no logra encausar
su vida y que termina arrimándose a la compañía de distintos hombres que solo la
utilizan.
De todos los hombres con
que se involucra, con uno logra algo semejante a una relación: el señor Dennis
(Michael Higgins), un hombre autoritario y criminal de poca monta. Él se
traslada por distintas ciudades en compañía de Wanda, mientras comete sus
delitos.
En este aspecto, este
material se acerca a los relatos de ‘loco amor’ que se toman los caminos, tipo Pierrot, el loco (1963) o Bonnie y Clyde (1967). Pero lo que a
Loden le interesa va por otro carril. En esta pareja circunstancial no hay
acciones rebeldes. No existe ese romanticismo desenfrenado que los lleve a enfrentarse
a una sociedad que no los entiende. Su viaje hacia la criminalidad, no tiene
nada que ver con subvertir el sistema opresivo. Solo es un pulso de
sobrevivencia.
La pasividad con que
encarna Wanda su destino, en un principio sorprende. En ningún momento, ella se
indigna o se alza contra estos opresores. Su aparente apatía solo insinúa
dolores más profundos, una soledad e incomunicación con sus semejantes que no se
esfuerzan en entenderla. Esta indiferencia con que vive las acciones en las que
se involucra, solo aísla más a su personaje.
Este evidente abandono
vital contrasta con la energía que poseen los hombres, como el señor Dennis,
quien siempre sabe qué hacer y cómo actuar. Los hombres son pura energía, un
tanto mal gastada, un pulso más bien destructor.
La vitalidad de vivir en el
camino, como lo mostrara Easy rider
(1969), un año antes, aquí se convierte en otra cosa. El viaje es un camino que
termina acentuando su hundimiento y la deja más a la deriva. Su pulsión de vida
pareciera que está en otro lado. De esta manera, este ensimismamiento que va
exhibiendo, la emparenta más con otra gran realización de personas que se
pierden en los caminos: Carretera
asfaltada en dos direcciones (1971) de Monte Hellman.
Lejos del artificio, las
imágenes son casi documentales. Harta cámara en mano. Encuadres bastante libres,
poco cuidados. Las escenas son acciones bastante simples, resueltas con un
mínimo de detalles. A este contexto ayuda la labor de actores no profesionales,
que improvisan la mayor parte de las escenas, dando un ambiente más realista,
cercano al naturalismo.
Barbara Loden fue una
mujer que tuvo que luchar contra los estereotipos con que se la quiso
encasillar. De modelo de calendario y bailarina, se convirtió en actriz del
Actors Studio, una artista de teatro y cine. Apareciendo en películas como Río Salvaje (1960) o Esplendor en la hierba (1961), ambas
dirigidas por Elia Kazan, con el que terminó casándose años después. Con Wanda dio un salto hacia su única
incursión en la dirección cinematográfica, que pese a su escasa repercusión,
con los años ha ido ganando un justo reconocimiento.
La vida de Barbara Loden se
apagó tempranamente a los 48 años, víctima de un cáncer, y no pudo refrendar sus
dotes de autora en otra realización cinematográfica. Su trayectoria es
reconocida en un breve y bello texto que hizo Nathalie Léger, “Sobre Barbara
Loden”, donde da cuenta de una existencia difícil que sin embargo fue capaz de
salir adelante y reconvertirse más de una vez. Una gran mujer que debe tener el
justo lugar que se merece en la historia del cine.
Cristian Uribe
Moreno
WANDA
EEUU, 1970
Dirigida por Barbara Loden
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