MONOS: CANTOS DE LA NATURALEZA
Monos (2019) es el nombre de la más reciente producción colombiana
que exhibe Netflix. Fue la candidata de Colombia a los premios Oscar del 2019 y
ha cosechado numerosos reconocimientos fuera de su territorio. Por lo que es una
buena aproximación para mirar el cine que se realiza hoy en ese país.
La trama del largometraje gira en
torno a un grupo de niños-adolescentes pertenecientes a la guerrilla (no se
menciona cuál específicamente pero puede ser cualquier tipo de guerrilla) que
custodia a la secuestrada doctora Sara Watson. Primero en la montaña y luego,
en la selva. Eso en lo general, pues la historia rehúye mayor información,
no da mayores detalles. La tónica de la película es su austera narrativa,
difusa en algunos momentos. El relato descansa casi exclusivamente en sus
imágenes por lo que ningún plano sobra a la hora de entender el desarrollo de
las acciones.
Lo que se establece claramente
desde un comienzo es el cuidadoso trabajo estético de la obra. Dividida en dos escenarios, la montaña y la selva, la fotografía brilla de modo
extraordinario. En la sierra, los planos generales abundan, para mostrar en
todo su esplendor las grandiosas cimas mezclada con las nubes. Esto provoca un
efecto de inmensidad como si se entrara a un espacio divino. Esto se nota cuando los personajes aparecen en medio de esta naturaleza por el borde de los
cerros. En este desplazamiento se mueven como hormigas dentro de un gran jardín.
Unas enormes construcciones a medio acabar (o abandonadas) terminan por
constituir el escenario casi irreal en que se mueven los personajes.
Lo que abre la película, son unos
niños-adolescente jugando con vendas en los ojos, gritando sus sobrenombres, cada uno moviéndose a
cualquier lado, en busca de una pelota que nadie puede ver. Este inicio puede sintetizar lo que ocurrirá con este grupo de chicos durante el relato. A este lugar llega el
Mensajero (Wilson Salazar), personaje que es el enlace con los guerrilleros. Y
recién ahí se comprende que hacen estos chicos viviendo en tales parajes. El
Mensajero da instrucciones, tanto para que se desenvuelvan en su diario vivir,
como instrucción militar. En este aspecto, van presentando los personajes del
grupo, donde destacan su jefe, Lobo (Julián Giraldo), Leidi (Karen Quintero),
Patagrande (Moises Arias), Perro (Paul Cubides), Pitufo (Deiby Rueda), Bum Bum
(Sneider Castro), Sueca (Laura Castrillón) y Rambo (Sofía Buenaventura). La
instrucción militar que viven los personajes, no es tan distinta a sus propios
ritos, que se asemejan a ritos iniciáticos y tribales. Al sonido de aullido de Lobo, todos se comportan como si fueran un grupo de animales salvajes. Su
conducta es marcada por el ritmo de la montaña, por lo que hay espacio para la
contemplación, la camaradería y el amor.
El cambio al interior del grupo se
produce por un incidente causado por el propio impulso desbordado del grupo. En
ese momento, se acerca la verdadera guerra que es vista a través de un lente
nocturno, como si fuese ajena a ellos Si bien el grupo de chicos está muy cerca
de los enfrentamientos, nunca llegan a luchar contra el enemigo. El verdadero
rival que tienen son sus impulsos, que son canalizados por medio de la
violencia de sus juegos. Cuando se les ordena ir a otro refugio ubicado en la
selva, la doctora cautiva, mete entre sus ropas, un machete, signo de que las
cosas serán distintas en la espesura.
Cuando aparecen en la selva, con
todo el colorido y sonidos propios de animales y ríos, las acciones se
precipitan. El segundo tramo de la película está muy bien sintetizado en la
fuerza incontrolable con que aparece el agua: el río, la lluvia, los torrentes
que bajan por las quebradas. Los chicos y sus ritos los llevan a compenetrarse
más con el lado salvaje de la naturaleza. Pero la fuerza grupal se empieza a
resquebrajar y comienzan a aflorar las personalidades individuales. Así la
película toma otra dinámica, otro ritmo. La historia se vuelve brutal y la placidez
de la montaña se torna en un frenético compás entremedio de la vegetación
selvática. Incluso la apacible y vulnerable doctora, cambia su personalidad. La
historia de estos niños-soldados, ahora animales-soldados, se radicaliza y la armonía
entre ellos se vuelve una cacería contra todo y todos
En suma, la película es una
muestra de cine con tintes medioambientales y antropológicos. Hay una suerte de
experimento al ubicar a estos personajes aislados en escenarios muy dispares, dejando que la
atmósfera natural se imponga al ritmo social. El orden paramilitar de los
guerrilleros o el orden de su propio grupo son solos reflejos de esa fuerza destructiva inherente al ser
humano, quien alejado de la civilización pierde los lazos humanitarios y desata sus deseos sin filtro. Una suerte de Señor
de las Moscas, con el eterno conflicto bélico de Colombia de fondo, donde
ni los niños se salvan de convertirse en verdaderas máquinas de matar. Una película
bella, cruel e hipnótica.
Cristian Uribe Moreno
Monos
Colombia, 2019
Dirigida por Alejandro Landes
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