THE SERVANT, de Joseph Losey


Créditos BFI
La sonrisa torcida, cierto brillo en los ojos y un dejo de un mal disimulado desdén en la forma de mantener una conversación, por breve que sea. Así Dirk Bogarde interpreta a Hugo Barrett, el nuevo mayordomo de Tony en un elegante Londres sesentero. 
Basada en una novela de Robin Maughan de 1948, “El sirviente” de Joseph Losey, 1963 es de esos filmes claves para la historia del cine inglés, aunque su director era de origen estadounidense, una especie de refugiado tras el mccarthismo, y es en Inglaterra donde logra quizás sus mayores películas. El guión, por su parte, quedó en manos del dramaturgo Harold Pinter, un colaborador con el que Losey trabajaría además en “Accident” (1967) y “The Go-Between”(1971), dando muestras de una unión privilegiada. 
Barrett de sombrero, grueso abrigo y paragüas cruza las calles de Chelsea hasta llegar una casa aún en desuso. Impecable y con cierto aire severo, con su sombrero algo pasado de moda, llega con un aire de seriedad, la que se quiebra apenas conoce al dueño de esa casa a quien encuentra dormido sobre una silla playera en el pequeño patio. Debe despertarlo y recién nos enteramos que Tony (James Fox), el dueño, está remodelando la casa y busca un mayordomo para ayudarlo. Barrett comienza a controlarlo todo, a opinar de colores, decoración y vinos, y lleva toda la cosa con esmero, cuidando detalles, dirigiendo a maestros pintando, preparando cenas elegantes y sumando a la plácida vida de Tony algunas extravagancias algo absurdas como guantes blancos para servir el almuerzo o mover ciertos jarrones de un lado a otro.
Rápidamente nos damos cuenta de que Tony tiene grandes planes los que siempre parecen estar en un futuro próximo, inminente. Habla de viajes, de importantes contactos, sale a bailar y a comer afuera con su novia, pero nunca lo vemos realmente ocupado, aun cuando diga estarlo. Su forma de relacionarse con el resto es por medio de los que el resto hace por él, sea en un restaurant, un conocido o su adinerada familia que parece jamás mencionar. Así como Maugham sobrino de Somerset  Maughan.  quiera se formara en las exclusivas escuelas de Eton y Trinity Hall en Cambridge, Tony conserva y vive según los privilegios de sus clase, como una especie de caballero, que siendo muy joven vive en Londres, (siempre carísimo para los ingleses) que no tiene preocupaciones financieras y que acepta divertido y gustoso ciertas extravagancias de su nuevo mayordomo, aun cuando a su novia esto le parezca innecesario o extraño. Barrett y Tony logran un vínculo de confianza, tanto como para que Barrett invite a su hermana a trabajar con ellos, como mucama, y  como para tensar cada vez más la relación de su novia, Susan, quien claramente se muestra celosa de esa relación, con todas las implicaciones que conlleva. Dicho esto, es evidente que el film explora ciertas temáticas que luego volvemos a ver en otras colaboraciones de Pinter y Losey, partiendo por el menosprecio a la upper class inglesa, con toda la crítica social pero sobretodo moral que esto conlleva. Menosprecian a esta especie de casta de niños mimados sin sobresaltos y de proyectos multimillonarios, donde Hugo solo puede ser el mayordomo y su vida privada apenas existe en un principio, pues solo parece vivir para eso; servir en esa casa inmensa para un solo habitante.
Esto es algo palpable durante toda la película y aunque no lo comprendemos del todo, lo percibimos apenas comienza, con cierta extrañeza, tal como no logra entender la novia de Tony pero que desde un principio desconfía del nuevo personaje en esa casa y del poder que ejerce sobre Tony, y de cómo lo manipula. Hay cierta fascinación por ese mundo de clase alta, pero por la corrosión de este y por cómo es corrompido, por la ingenuidad de creer manejarlo todo y de tener todo a la mano, siempre a su servicio. Barrett, en ese sentido, es quien controla toda la relación, cada movimiento de esa casa y finalmente, de la vida de su empleador.
Otra gran tema en que indaga la película es la evidente tensión sexual y homosexual  que recorre cada escena, aunque el objeto de deseo parezca ser siempre Vera, la nueva mucama, interpretada por la gran Sarah Miles. En tiempos donde en Inglaterra aun la homosexualidad era un delito, esa tensión jamás estalla, jamás se visibiliza o concreta. La sentimos como un temblor bajo nuestros pies, incontrolable, como una sombra, y que de alguna forma nos persigue en todo el cuerpo y nunca completamente en ebullición, siempre al borde. Bogarde, actor de sutilezas, ya tenía a su haber una película sobre el tema que causó gran impresión al usar por primera vez el término homosexual primera vez en una película comercial de habla inglesa, "Victim" de 1961 dirigida por Basil Dearden. Diez años después, interpretaría al icónico Gustave Aschenbach en Muerte en Venecia, de Luchino Visconti y basada en el texto de Thomas Mann donde nuevamente se retoma ambos temas, en un film de época notable.
“The Servant” es una película oscura, mordaz, morbosa y perfectamente construida y con un insinuante jazz de fondo. Una película que dio paso a otro cine en Inglaterra de hecho, abriendo una nueva era para creadores, temáticas y actores. Hoy, cuesta imaginar lo radical y la transgresión que significó una película así de incisiva, donde vemos la degradación no solo de una clase, sino de todo un orden de relaciones de clases, de encuentros sexuales enmarañados, y donde la insinuación de una relación homoerótica estaba allí frente a los ojos de una generación mucho menos abierta, muchísimo más recatada y reprimida que la actual. Pero el mundo y la sociedad estaba transformándose, comenzaban los ’60, y muchas cosas cambiarían en esa Inglaterra de heredera de la post guerra. La homosexualidad dejó de ser delito en tierras inglesas poco tiempo después, en 1967, aunque claro, la upper class y el orden establecido, aquí y allá, al día de hoy, no ha sufrido mayores transformaciones.

                      Astrid Elena Donoso Henríquez


THE SERVANT
Inglaterra, 1963
Dirigida por Joseph Losey

Comentarios

  1. Gran película de Losey. Esta cinta es uno de los sustratos de Parásitos (2020). Los buenos cineastas se retroalimentan de buenas películas.

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  2. EXCELENTE, la volvi a ver hace poco, después de ver Parasitos precisamente....Y la otra que se puede ver en este contexto es La Ceremonia de Chabrol.

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  3. Tremenda película. Su puesta en escena me fascinó: siempre había alguien dominando el cuadro, como si la distancia menor con la cámara develara una cierta jerarquía constante. El último tercio me pareció una puñalada: con un montaje cada vez más espaciado, con elipsis que no te dejaban claro cómo se había desencadenado la acción y con secuencias casi abstractas, es probablemente de los mejores últimos tramos que le he visto a una película jamás. Es una película partida en dos: cuando el plan contra Tony deja de ser de posesión de la casa, pasa a ser un plan para poseerlo a Tony.
    Tengo que ponerme al día con Losey. Ya lo igualo a Renoir y Berlangas por su exquisito manejo de la cámara.
    Gracias por tu crítica, Astrid.
    Saludos!

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