LA TRINCHERA INFINITA: SUMIDO EN LA SOMBRA DEL AYER

 






Trinchera

1. f. Zanja defensiva que permite disparar a cubierto del enemigo.

2. f. Desmonte hecho en el terreno para una vía de comunicación, con taludes por ambos lados.

Infinita

1. adj. Que no tiene ni puede tener fin ni término.

 

¿Qué tan profundas son las heridas que dejan en la gente la guerra? Y si esa guerra es entre hermanos, vecino y amigos, ¿cómo se recompone el colectivo? Estas son las interrogantes que mueven el film La trinchera infinita (2019) de Jon Garaño, Aitor Arregi, José María Goenaga, película española que está en la programación de Netflix. La realización aborda los años desde el inicio de la Guerra Civil hasta los años finales de la dictadura franquista, en un repaso histórico de más de tres décadas de la sociedad española.

La narración cinematográfica se centra en Higinio (Antonio de la Torre), personaje que vive con su esposa Rosa (Belén Cuesta), en un pueblo de Andalucía, donde en medio de la noche llegan a buscarlo las milicias franquistas que se han sublevado. Él huye pero es herido, por lo que vuelve a su casa y se esconde primero, en un agujero que tiene muy bien camuflado dentro de su hogar y luego, en una pared falsa que construyen en domicilio de su padre. Y desde ahí vive los acontecimientos de la Guerra Civil, las noticias de la 2° Guerra Mundial y el nuevo orden de la dictadura de Franco. El relato está subdividido en partes encabezadas por un concepto con su explicación lexicográfica, que se muestra en pantalla en un fondo negro. Concepto que da sentido a lo que se desarrollará en esos capítulos en que se subdivide la trama: campeada, detención, desenterrar, franco, etc. Esta forma de presentar el relato cinematográfico,  lo convierte en una suerte de novela desarrollada en un espacio teatral. La unidad espacial que da el escondite de Higenio, también lo convierten en protagonista de todas las escenas.

El gran mérito de esta opción tan claustrofóbica es mantener la atención sobre el relato. Y esto se logra con un buen guion, una puesta visual muy bien elaborada y una edición de sonido sobresaliente.

El guion pone en situaciones distintas a Higenio, escondido en su agujero, resolviendo inteligentemente la opción de estar oculto sin ser descubierto. Una vez pasada la incertidumbre de la guerra civil, la vida “normal” de él y su esposa comienza a tomarse el relato y el transcurso del tiempo va transcurriendo en pantalla. Aparecen la radio y luego la televisión como signo de modernidad. Higenio ve como el pueblo se transforma y su aspecto rural va desapareciendo. La ropa, que es el medio de subsistencia de Rosa y él, se va adaptando a la moda. Tienen un hijo que se ve crecer hasta convertirse en un adulto. Y obviamente, el deterioro físico de ambos, muy bien llevados en pantalla.

En relación a la puesta visual, el inicio es frenético y veloz, tomado a través de una cámara en mano que sigue este “despertar caótico” de Higinio (y de España) en su breve intento de fuga, lo que permite al espectador sentir el nervio de la situación. Después, cuando vuelve a casa, y se esconde en el hueco (que no se sabe cuándo se hizo ni por qué está ahí), la imagen se vuelve serena, esquiva y fragmentada. La narración adopta el punto de vista de Higinio (absolutamente subjetivo) y así, los espectadores, ven lo que el personaje observa y percibe. Sus ojos en medio de la oscuridad darán paso a su mirada siempre obstaculizada por algún objeto, ya sea si mira hacia afuera o si mira en el interior de su propia casa, el velo con que se ven los hechos no desaparecerá más. Después, cuando se traslada a la casa paterna los encuadres del espacio donde vive se vuelven simétricos, destacando las tomas cenitales que refuerzan la idea de lo cerrado del espacio vital (y lo cerrado de su existencia). La idea de que él está en una tumba o cuarto mortuorio, se toma el relato. La decisión estética de mostrar a Higenio solo mirando y encerrado, lo convierten en el desarrollo del relato, en un sujeto pasivo y la figura de Rosa crece. Ella será el pilar para salir adelante y sufrirá de la violencia externa y en lagunas ocasiones de la incomprensión de su marido. Personaje que va quedando sin fuerza, cercano a ser un hombre emasculado.

Todo esto complementado con la edición de sonido. La manera como el sonido mimético se toma partes del relato es impresionante. Los ruidos de las puertas, ventanas, los pasos dentro de la casa, la gente caminando y hablando, entre otros, son reproducidas con una fidelidad apabullante.  Desde su escondite, lo que Higenio no ve, lo escucha. Y junto a los fragmentos de imágenes y retazos de conversaciones, van configurando su mundo y el del espectador. Lo que realmente mete al espectador a la trinchera donde se esconde Higenio es el sonido ambiente. Y el espectador se convierte en otro integrante del espacio de Higenio.

De esta manera, la metáfora de la trinchera infinita como el espacio en el que cada uno vive y ve el mundo, se amplia de manera exponencial. Por un lado, se puede asociar a esa España que desde el inicio de la guerra y después con la dictadura franquista, se hundió en una abertura de la que le costó años salir (y algunos que no salieron más). Un país donde el otro era un enemigo a vigilar desde la propia trinchera. Por otro lado, el escondite físico de Higenio se va transformando en su cárcel sicológica de la que no puede salir. En una bella toma en medio de un gran plano de un amanecer, Higenio teniendo la libertad de ir a cualquier lado decide volver. Esa prisión mental lo convierte en un integrante más que habita la caverna de Platón. Cuando Rosa relata a su marido como ha visto a Franco y que le produjo una sensación extraña donde su voz no calzaba con su imagen (que hasta ese momento solo era escuchada por radio), se entiende lo que vive Higenio. Las imágenes y los sonidos que percibe lo han convertido en un individuo cuyos temores le impiden enfrentar la realidad, terminando por interpretar el mundo desde su estrecha mirada, desde sus miedos.

Y como comentario metafílmico, la trinchera es el lugar donde está el espectador, frente a la ventana de la pantalla, desde el agujero de la sala de cine, sumido en la oscuridad, viendo fragmentos de imágenes y sonidos, unidos para representar ante él la realidad o una realidad o una parte de la realidad. Esa realidad que es la mirada del realizador, una mirada sesgada, sugerente y a veces luminosa.

En síntesis, La trinchera infinita es un gran filme con que la cinematografía española sigue indagando en los vestigios de un pasado que, como lo indica el título, no termina nunca. Algo muy parecido a lo que ocurre con la sociedad chilena y con esa herida infinita que produjo el golpe de estado el año de 1973.

                                                                                              Cristian Uribe Moreno

LA TRINCHERA INFINITA

España, 2019

Dirigida por Jon Garaño, Aitor Arregi,  José María Goenaga,

 

 









Comentarios

  1. Anoche la Vi después de ver qué la comentabas...Ahora lo leo..y tú comentario es más que preciso...muy buena película...ahora no sé si para todo el mundo en estos momentos de Pandemia. Antonio de la Torre lo voy encontrando cada vez mejor actor..

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