DÍAS DE CIELO, de Terrence Malick
Dentro del cine estadounidense de la década de los
70s, Terrence Malick fue un innovador en la puesta en escena, ya que presentó
formas de construir historias más concentradas en hilvanar momentos, unidos
levemente por una trama, con un cuidado trabajo de cámara en mano y gran sonido
ambiente, para fomentar una sensación de recuerdos vívidos. Days of Heaven, su
segunda película, se enmarca en dicha tendencia. Ambientada a inicios del siglo
XX, cuenta la historia de Abby, Bill y la pequeña Linda. Siempre en plan de
fuga, deambulan entre trabajos hasta llegar a una granja, con una gran casa en
el horizonte, donde arman un plan para aprovecharse del dueño del fundo (un
melancólico Sam Shepard), de quien, significativamente, nunca sabremos el
nombre. Lo que en el papel se podría presentar como una historia de chantaje,
se va transformando en una sucesión de situaciones que potencia las dudas de
los protagonistas, cada vez más preocupados de la tensión que generan sus
ambiciones y la dificultad de ser fieles a sí mismos.
Bajo la narración de Linda, se va realzando un carácter novelesco en la presentación de las escenas y personajes, con una cuidada descripción tanto del ambiente como de las motivaciones y contradicciones de Abby, Bill y el granjero. Esta narración, a medida que avanza el plan de la pareja, va adquiriendo un carácter más críptico, como si cada vez se dudara más sobre lo fehaciente de la ficción que Linda se va contando. Esta idea se refuerza de entrada, con la presentación de una serie de fotos de época, acompañada por una pieza musical que le da un toque onírico. El marco que entrega esta secuencia marcará toda la película, pues la banda sonora, trabajada por Ennio Morricone, lo tomará como un tema recurrente al momento de volver a reforzar que lo que estamos viendo se acerca mucho a recuerdos difusos de la narradora.
Si bien la película se sustenta en una sucesión de escena a ratos discordantes, con un montaje que transmite más una melancolía en el desarrollo del plan de los protagonistas y cómo el patrón de fundo se va autoengañando por enamorarse de Abby, también se destacan secuencias que recalcan la violencia subterránea de un mundo bucólico. Con la atención de destacar las penurias de las cosechas y las calamidades de lo planificado, Malick presenta la convivencia entre esta violencia y momentos idílicos, en los que la casa del patrón adquiere un carácter simbólico como el epicentro una tensa calma.
Mención aparte merece lo hecho por el director de fotografía, Néstor Almendros. A pesar de que en los créditos aparece también Haskell Wexler, otro director de fotografía muy influyente en los 70s, Almendros es casi el co autor de Days of Heaven, siendo el responsable de capturar una tenue luz natural en todas las secuencias de la granja, junto a un notorio contraste entre la anchura de las planicies y el punto de fuga que termina siendo la casa del patrón. De esta manera, se refuerza la idea de una historia que de a poco se va consumiendo en su tiempo, como si el hecho de filmar los colores propios del atardecer le entregara un filtro melancólico a todo evento de la película. Sin su cinematografía, Days of Heaven, probablemente, hubiese sido una muy buena película de época, pero gracias a Almendros, Malick puede adentrarse en una historia con altas ambiciones pictóricas, recreando a ratos vívidos cuadros de la ruralidad estadounidense de inicios del siglo XX, pero con el aditivo de sembrar en los espectadores recuerdos de tiempos no vividos.
Felipe Ulloa Pincheira
Days of Heaven
Estados Unidos, 1978
Dirección de Terrence Malick

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