EL ÁNGEL, de Luis Ortega



El desacierto lombrossiano y la victoria de la niñez

Cesare Lombroso fue un criminólogo italiano que en mitad del siglo XIX trató de explicar la criminalidad, ligada a ciertos rasgos físicos de las personas. El Ángel, o Carlos Robledo Puch, iba en una dirección totalmente opuesta a esa teoría, pese al alto -y brutal- listado de crímenes que realizó siendo aún muy joven.
El Ángel, película dirigida por Luis Ortega, cuenta la historia biográfica de “Carlitos”, la persona que ha estado mayor tiempo en la cárcel en Argentina, su historial de crimianl del hampa cometiendo robos y asesinatos, entre otros delitos. Transcurre en la década de 1970, una sociedad argentina que no se parece mucho a la sociedad actual. Si bien la década de los 70 fueron una época de liberación en muchas partes del mundo en muchos sentidos (el surgimiento y auge del movimiento hippie es un ejemplo de ello), en los países latinos el panorama era un poco más complejo: dictaduras de por medio por todo el continente, un estado fuertemente controlado, tanto política como socialmente, y la policía buscando constantemente desbaratar ataques terroristas, era el contexto de cualquier país latinoamericano. La película nos muestra lo que significaba ser un joven pistolero en la Argentina de esa época, pero en realidad habla de mucho más. Habla de la juventud y sus ambiciones (para algunos, fama, para otros, solo aceptación); de la sexualidad abrupta, y el relato de la violencia que ejercía el mundo del hampa, con la nota aparte que significaba para Carlitos, como si de un juego se tratase.
La elección de la banda sonora no es al azar. Son canciones juveniles, de una época pasada, pero que reflejan temas actuales y presentes en la película: el romanticismo, el coqueteo de barrio, la rebeldía y desobediencia por la autoridad.
Durante la película, un periodista entrevista a una panelista el cual señala teorías “Lombrossianas” para explicar el comportamiento de Carlos, y cómo su sexualidad dudosa puede ser una influencia de su actuar. Carlos Robledo, así como dice el entrevistador, desafió la tesis lombrossiana la cual postulaba que el instinto criminal provenía de una predisposición genética acompañada de ciertos rasgos que se presentaban necesariamente en el sujeto: orejas y nariz alargadas, tez morena, cejas prominentes, etcétera. Si bien este tipo de teorías han sido dejadas atrás por la ciencia, las historias de los grandes criminales nos siguen atrayendo y cautivando, como si se tratara de un suave elixir del que siempre queremos tomar un último trago. Más todavía una historia como esta, que muestra al bandido no como el tipo rudo y sanguinario que busca saciar su codicia, sino como el Ángel que sólo vive un itinerante instinto hedonista.
Hay mucho de juego en el actuar de Carlitos. Cuando por primera vez conoce al padre de su amigo éste le pregunta dónde vende las cosas que roba a lo que responde que “las regala por ahí, así para quedar bien con la gente”. Como una especie de travesura, como si fuera el niño que deja una flor en el velador de su madre, flor que hurtó del patio del vecino. Porque eso es Carlitos, el niño que quiere agradar a otros. Así también fue el primer asesinato de Carlitos y la respuesta que da cuando le preguntan sobre el muerto: “Se murió solo”, clara referencia a Kill Bill, como si fuera, justamente, un niño respondiendo por la muerte de una mascota.
Matías Barahona de la Cerda

El Ángel
Argentina, 2018
Dirección de Luis Ortega

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