LET THE RIGHT ONE IN, de Thomas Alfredson

A pesar de sus altibajos, sus malos tiempos, y del sesgo con el que muchos siempre lo han visto, el terror, cómo género cinematográfico, siempre tendrá en mi a un seguidor; a un convencido de sus recursos y posibilidades. Sin embargo, en la actualidad nadie puede negar que gracias a una sobreexplotación de fórmulas y esquemas desgastados, los arquetipos del género no paran de devaluarse con cada intento por conseguir taquilla, clics o visionados. De ahí que cada vez que llega el nuevo niño monstruoso o el vampiro de turno, por ejemplo, termine recordando obras como Déjame entrar (Let the right one in), de Thomas Alfredson; que se esfuerzan por dignificar al monstruo, al paria, con humanidad y honestidad, pero sin ignorar nunca lo que son.
Basada en la
novela de John Ajvide Lindqvist, Déjame entrar, narra la
historia de amor y aceptación de Oskar (Kåre Hedebrant) y Eli (Lina Leandersson);
dos preadolescentes relegados, signados, él por el bullying y una familia
disuelta, y ella por “alimentarse de sangre”; hecho que la ha condenado a una
vida furtiva, nocturna y nublada, que sólo el sacrificio de su padre parece
mantener bajo control, y que ahora la lleva a conocer a Oskar; quién busca
valor e inspiración -de la peor manera posible- para hacer frente al acoso.
Todo esto en medio de las frías noches de un invierno cualquiera en una
melancólica Suecia de los años 80.
Desde sus primeros encuentros se intuye lo afines y necesarios que Oskar
y Eli resultan el uno para el otro, y la narración nos lleva entonces a través
sus intentos por sobrevivir a sus circunstancias particulares, así como al nacimiento
de una historia de amor, en apariencia inocente, pero no infantil o del todo ingenua.
Un pequeño y tenebroso viaje de descubrimiento, apoyo y, finalmente, de confrontación
mutua con esa oscuridad que los envuelve.
Lo primero que tengo que agradecerle a Déjame entrar, es superar precisamente
la fórmula típica del filme de terror, privilegiando su carácter dramático
antes que su cualidad terrorífica; pero sin descuidar esta última. Y es precisamente
en cuidar ésta difícil proporción donde se destaca Thomas Alfredson, que por un
lado, se detiene todo lo necesario en la intimidad de sus protagonistas, para
brindarnos momentos hermosos y tiernos en medio de una atmósfera tétrica y fría
(en especial, el encuentro en la habitación de Oskar), y por el otro, es capaz
de conseguir escenas de impacto muy sobrias pero contundentes.
A medida que avanza la historia puedo notar cómo una
fotografía y un montaje bien pensados sustituyen casi por completo a los esperables jump
scares y golpes de efecto. Los primeros planos y un buen uso de la de
sangre son suficientes para acentuar por igual drama y terror. La creatividad y
la elegancia privan por encima de unos efectos visuales discretos a la hora de
resolver los momentos críticos, como su excelente tramo final. Y es justo reconocer también su cálida banda sonora, que me confirmaba que esto trataba más de lo humano que de simple maldad o de lo sobrenatural.
La película cumple 12 años de haberse estrenado. Casualmente, la misma
edad que tenían Oskar y Eli en el relato. Pero tal vez, a diferencia de ellos,
creo que llega a su “adolescencia” en condiciones mucho mejores. El drama de fondo
de estos chicos sigue hoy muy vigente; asombrando
más aún si tomamos en cuenta que su contexto real son los años 80, y no los 2000.
Y como todos sabemos, es el buen retrato de su tiempo y sus circunstancias lo que
le da vitalidad a muchas obras, más allá de -o junto con- su factura técnica y
artística.
Puede que sean el acoso, el rechazo, la incomprensión,
o la falta de comunicación con los más jóvenes, los elementos que por ahora mantienen
vigente a la película; pero de ninguna manera son lo único valorable. Estoy seguro de que
sin su acercamiento desprejuiciado y real a la figura de los monstruos
infantiles (porque lo son, más allá del origen de su condición), el resto no
hubiese pasado de ser sólo justificativos para otro cuento de terror; como tantas
otras veces.
Joaquín Velásquez
Låt
den rätte komma in / Let the Right One In / Déjame entrar
Suecia, 2008
Thomas Alfredson
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