MATAR UN HOMBRE, de Alejandro Fernández Almendras
¿Qué
haríamos si un delincuente acosa a nuestra familia y nos llevara al borde de
nuestros límites? La tercera película de Alejandro Fernández Almendras (AFA),
nos pone en una situación compleja, que nos hace cuestionar nuestras más
profundas convicciones.
En
efecto, “Matar a un hombre”, es una película incómoda, que nos interpela
directamente como espectadores y nos conduce por un derrotero que nadie quiere vivir.
La película muestra la historia de Jorge, un trabajador forestal, que vive con
su familia en una población y ques asaltado por un grupo de antisociales, comandados
por un tipo apodado Kalule. El hijo de Jorge decide encararlo y éste lo balea. Después
de un breve juicio, el hampón es condenado a presidio efectivo. Cumplida la
condena, Kalule aparece nuevamente en el barrio y comenzará un proceso de hostigamiento
contra Jorge y cada miembro de su familia. La situación se tensa de tal modo
que llevará al protagonista a tomar una decisión radical.
En
esta parte del relato, las tomas están hechas para que vivamos ese miedo que
vive el entorno de Jorge, primero el acoso y luego la violencia. Por medio de
imágenes estáticas y largas, vemos patente la ineficacia del sistema para frenar a estos
criminales y el proceso de desgaste que van viviendo los protagonistas.
En
paralelo, existe una voluntad estética de representar a Jorge y su propio
infierno, sin nombrarlo. La soledad y aislamiento del personaje está propuesta y
enfatizada desde el momento inicial del film. En medio de los créditos, vemos en
un plano general un bosque que se ilumina de manera gradual y dentro de esta imagen, una minúscula silueta de un hombre que empieza a formar parte del plano y
luego desaparece. Una vez establecida, la pequeñez de este individuo se convierte en leitmotiv del
film. Lo vemos en su trabajo, talando árboles en medio de la naturaleza, que
parece dominar (o tragar) su figura. Incluso en la
ciudad, se nos muestra a Jorge en tomas donde él no es el centro. El encuadre
muchas veces lo sitúa alejado del medio de la imagen, al margen, como si estuviera
fuera de este orden.
Esto
se complementa con su silencio. En medio de la soledad del bosque, la rutina de
su trabajo, absorbe toda la atención de Jorge. No necesita de palabras para
funcionar. Sin embargo, cuando está con su familia, tampoco transmite sus sentimientos.
El silencio es reflejo del calvario de un individuo honesto, que cree en el
sistema, pero que lucha contra sus propios demonios y una decisión que lo
agobia. El abismo en que está sumido, los espectadores también lo sufrimos,
pues la imagen es acompañada por una música, unos sonidos inarmónicos y discordantes,
que poco a poco dominan la pantalla, haciéndonos vivir el colapso del
protagonista. Esto cambia hacia el final: una melodiosa armónica, infinitamente más dulce, nos indica
que ese infierno personal, pareciera que terminó, y nos introduce en un fin
inesperado y liberador.
Aquí
surge la otra gran interrogante de la película: ¿es aceptable, en
circunstancias absolutamente excepcionales, matar una persona? Tanto esta
pregunta como la inicial, cruzan la cinta de AFA y nos pone en una posición difícil:
¿Cómo actuar en momentos críticos? ¿Podemos ir en contra de nuestras
convicciones? ¿Cómo convivir con nuestras elecciones? En resumen, gran cine
que nos interpela y que nos insta a tomar posiciones morales. Por lo que los
ecos de las interrogantes que plantea la película resuenan más allá de su
exhibición.
Cristian
Uribe Moreno
Matar a un hombre
Chile, 2014
Dirigida por Alejandro Fernández Almendras

Buena reflexión respecto a la soledad y el silencio del protagonista.
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