THE INVISIBLE MAN, de Leigh Whanell



Me sumerjo a escribir esta crítica esencialmente por dos motivos: en tiempos donde las pandemias y los virus atacan y son enemigos invisibles parece haber una similitud con la película, y porque es la última película que tuve el privilegio de ir a ver el cine hasta quién sabe cuándo.

Todos sabemos que los monstruos no existen, es una de las primeras cosas que aprendimos cuando somos niños. Pero si bien aprendemos la lección rápido de que no hay monstruos en la vida real como los que vemos en las películas, sí nos queda presente la idea de que muchas veces los monstruos reales nos generan un terror aún mayor que el que vemos en la pantalla.

“The Invisible Man” es una película de terror, pero para mí es una película que nos habla de cómo se pueden manifestar los miedos. La tercera película de Leigh Whanell (la que es una adaptación de la original del año 1933, que a su vez fue basada en un libro) trata sobre una mujer, Cecilia (Elizabeth Moss), y su intento de escapar de la relación con su expareja, Griffin (Oliver Jackson-Cohen). En este desesperado intento por escapar del alcance de Griffin, Cecilia recurre a amigos y familiares quienes, en cierto punto, creen que Cecilia está exagerando o derechamente dudan de sus facultades mentales. Para nosotros, como espectadores, sabemos que está todo bien en la cabeza de Cecilia, que no se imagina nada, sino que la fuente de su miedo realmente existe.

El monstruo del “Hombre invisible” es adaptado a los tiempos que vivimos: no se utiliza para su creación una fórmula química como en la idea original, sino que Griffin recurre a la tecnología para lograr su objetivo. La verdad, dada la explicación, a mí me parece bastante plausible: en los tiempos que vivimos uno de los grandes miedos es el avance de la tecnología a ritmos desbordados: es posible rastrear a una persona por geolocalización, predecir los gustos y preferencias según algoritmos, e incluso ejecutar armas de manera remoto mediante drones.
   
Sin embargo, el tema central de la película es Cecilia, magistralmente interpretada por Moss, y su constante lucha porque Griffin la deje atrás. En ese escape en realidad está el huir del abuso de pareja: Whanell es bastante sutil para relevarnos el cómo era la relación de ambos, pero queda claro que Griffin constantemente dominó, abusó y violentó a Cecilia. Y esta forma de narrar se vincula con la situación de las mujeres abusadas en la vida real, quienes no son apoyadas o corroboradas en sus relatos, quienes son muchas veces puestas en duda, tal como le sucede a Cecilia. Los miedos de la película, representados por la fantasía de un hombre invisible, son representados como los miedos de la vida real. Personalmente creo que este es el gran acierto de Whanell, reutilizar y resignificar un monstruo clásico para poner en discusión un tema contingente como el abuso de pareja. Un detalle tremendo me pareció la utilización de los carteles de salida en la película (“Exit”), los cuales están al alcance de Cecilia constantemente, pero nunca son utilizados por ella para “salir” de la persecución de Griffin.

Quizás puede sonar inoportuno que yo, como hombre, hable acerca de las víctimas de acoso y abuso en la pareja. Pero, así como para enfrentar al Hombre Invisible es necesario hablar de él y enfrentársele, creo que para frenar estas situaciones es necesario ponerlas sobre la luz, exponerlas y hacerles frente. Sonar inoportuno o imprudente podría ser, mi mayor miedo.
Matías Barahona

The Invisible Man 
Estados Unidos, 2020
Dirección de Leigh Whanell

Comentarios

  1. Hola.

    De tus comentarios y acerca de la película, aparte del tema, me parece notable hayan sabido actualizar o recuperar a este monstruo como "hombre invisible" propiamente tal, a diferencia de otros más recurridos o habituales.
    Respecto de que pueda sonar inoportuno que un hombre como tú hable de estos temas más "propios de mujeres", más allá de la violencia, acoso y abuso por temas de género o de pareja, creo que esta figura es extrapolable a otras situaciones que todos podemos vivir en algún momento. Me refiero a que puede no ser una persona, sino ideas o sensaciones como "si hubiera elegido esto y no aquello", "debí hacer esto y ahora ya es tarde", "no me atrevo a x cosa", "dije esto y la embarré", etc., etc. desde cosas simples hasta otras más graves y que pueden no ser personas, pero igual pueden seguirnos o perseguirnos.


    Saludos,

    Carolina B. Pérez.

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