THE MAN WHO SURPRISED EVERYONE, de Aleksey Chupov y Natasha Merkulova


 
Créditos AllEvents.in


Cómo engañar a la muerte

He visto una película que parece sacada de un cuento de hadas. “El hombre que sorprendió a todos” es un film siberiano que cuenta la historia de un guarda  bosques, Egor, que sufre de un tumor cerebral en estado terminal. Pero Egor, que vive con su mujer, hijo y suegro, que es respetado y admirado en su comunidad, sufre esta enfermedad él solo,  sin decirle a nadie que le queda muy poco tiempo de vida. Él quiere morir en silencio, sin decirle nada a su mujer que está nuevamente embarazada, dejando todo lo práctico en orden. Es de hecho un hombre de pocas palabras, y desde un principio noto que está completamente entregado a la deriva del sufrimiento de su enfermedad, al irse, y que todas sus acciones van en función de esa despedida que no quiere hacer, como si uno pudiera irse sin más, diluirse en los días, esfumarse. 

Por años me he dado cuenta de esta constante afición mía por el cine o los relatos que implican cambios profundos y trascendentes en la vida. Viajes de aventuras que son más espirituales y míticos como escudriña Joseph Campbell, aunque es cierto que toda aventura puede ser una mirada a ahondar en lo interior también. Una inclinación por esos viajes iniciáticos que transforman y permiten, de alguna forma, enfrentarse a uno mismo, a cierta oscuridad que habita en nosotros y que invitan a cruzar esos miedos, a abandonarse a la experiencia más primitiva, más humano. Esa que es justamente inexplicable por la razón. Hace poco había vislumbrado algo muy similar en otro film, tan crucial y necesario como “A Hidden Life” (2019) de Terrence Malick, donde percibí cierta cualidad imperecedera, de esos relatos que quedan grabados en uno y que se convierten en una especie de refugio intenso y silencioso necesario en medio de tanto barullo y parafernalia. Y ahora me sucede con “The man who surprised everyone” que estaba al borde de perderme en la programación mensual de la plataforma Mubi y que raya absolutamente con lo mágico, con el inicio de un viaje personal, como un cuento de hadas clásico, heredado del folclor nacional.
La fotografía de toda la película me recuerda a imágenes que he guardado en mi cabeza de una Siberia oscura, plagada de dureza y ese mismo silencio que Egor respira. Esa Siberia de Dostoievski, que de una especie de dandy ruso en la época zarista se convierte en el escritor profundamente espiritual y religioso, en el más alto sentido de la palabra. Así como el escritor de “Humillados y ofendidos” y “Los hermanos Karamazov”, Egor se ve enfrentado a algo que va más allá de la comprensión racional, y a lo que al principio se resiste, pues no desea perder el control de lo que sucede y dejarse llevar es un salto de fe demasiado grande. Porque eso es en definitiva un salto a lo mágico, a lo sobrenatural que termina por gatillar el verdadero periplo espiritual del protagonista.

La película entera está llena de detalles y simbolismos. El tupido bosque, las granjas vecinas, el musgo que atesora agua, los gansos que conviven en el patio. Como todo buen cuento de hadas, todos ellos cumplen una función en la historia y su aparición jamás es casual, sino más bien aporta pistas del destino del héroe del cuento.
Egor no ve salida alguna, pero es su mujer la que lo incita a buscar ayuda apenas se entera del engaño. Desesperada lo incita a esa búsqueda a la cual él, se entrega reticente, sin decir más que ya nada de eso tiene sentido y que todo está preparado para cuando él no esté. Pero toda esa resistencia se deshace cuando lo mágico entra a su vida, así, en medio del bosque, con la muerte como una sombra persistente, termina por dejar que aquello que desconoce, una historia folclórica de la enorme Siberia brote en él y lo anime a lo impensado. Y así, con un vestido rojo, delineador, lápiz labial y una cartera Egor decide engañar a la muerte, así como Zhamba the Drake embaucó a The Grim Reaper, causando el horror y desprecio de todo el pueblo, incluido su mujer.
Y entonces vuelvo a pensar en Siberia y la conversión de Dostoievski, en ese paso por los horrores del exilio y la marginalidad, que Egor de alguna manera vive; expulsado de su comunidad por volverse de pronto un otro, un desconocido distinto al que no logran aceptar, y que incluso violentan. No es difícil hacer el paralelo además con la situación actual de la comunidad LGTBI en Rusia, ni de ver esta conversión a la cual me he referido como una especie de vía crucis que Egor debe sobrellevar siempre casi sin palabras, para poder , aún siendo un otro, lograr engañar a la muerte.

                                                                                           Astrid Elena Donoso Henriquez



CHELOVEK, KOTORYY UDIVIL VSEKH
Rusia, 2018
Dirigida por Aleksey Chupov y Natalya Merkulova




Comentarios

Entradas populares de este blog

HOLY SPIDER, EL TEJIDO SAGRADO DEL ASESINO

CINÉFILOS VS FANBOYS (y otras cosas)

EL PRODIGIO: LOS ARTIFICIOS DE LA RELIGIÓN Y EL ARTE