SONGS FROM THE SECOND FLOOR, de Roy Andersson



Un ensayo y un error

Me gustan los fracasos. Me he ido acostumbrando a la idea de que el éxito en estos tiempos modernos es lo opuesto a lo qué quiero, sin tener muy claro qué es eso. Más en específico, me gustan los cineastas que fracasan en su intento de hacer películas, me imagino que fueron buenos exploradores, qué cruzaron a un lugar qué nadie había llegado y eso a veces es en extremo complejo, sobretodo reponerse, pagar las deudas y volver a la aventura, aunque sea después de veinticinco años.
Los montañistas, en general, para llegar al Everest o grandes montañas, realizan expediciones previas, buscan probar su equipo técnico y humano, experimentar con el oxígeno y ver sí están las condiciones físicas y mentales para llegar a la cima; pequeños detalles no menores, pero que ayudan mucho si queremos entender el proceso cinematográfico de Roy Andersson y en especial su película “Songs from the Second floor.” (2000)
Corría el año 1975, Festival de Cannes, estreno mundial de la segunda película del director sueco, Giliap” (años antes Andersson había presentado en Berlín su primera película, "Una historia de amor sueca", con ovación absoluta y críticas que lo comparaban con Bergman.). Termina la función. Silencio. Algunos aplausos de buena educación. Los críticos, mudos. En pocas palabras, incomprensión, fracaso económico y un silencio cinematográfico de veinticinco años.
Quizás sea interesante definir qué es un fracaso en el mundo cinematográfico. ¿Pocos espectadores? ¿Pocos premios? ¿Indiferencia del mundo intelectual? ¿Descubrir que el director no sabe de lo que habla y la referencia se descubre rápidamente?  Es difícil ponerse de acuerdo en este punto, pero en el caso de Roy Andersson ocurrió algo clave: se llenó de deudas debido a la indiferencia de los espectadores, la industria y críticos.
¿Qué le ocurrió entre 1975 y el año 2000? ¿Qué hizo para recuperar esos trucos y magia necesaria como para recuperar el aplauso con “Songs from the Second floor”?
Filmó comerciales.
Andersson plantea que en esos veinticinco años de hacer publicidad pudo experimentar, ganar dinero y sobretodo, acumular el control creativo para realizar los mejores comerciales de la historia publicitaria y lo más curioso, manteniendo el mismo estilo y alejado de cualquier moda inocua. Un bicho raro en medio de una fauna propicia para los tiburones y peces gordos.
"Songs from the Second floor" es la unión de al menos una decena de historias, cada una con propio arco narrativo, de suerte que podrían ser sin problemas cortometrajes independiente; sin embargo, poco a poco nos damos cuenta que algunas secciones están entrelazadas. La puesta en escena se basa en una construcción pictórica del plano y en una estructura perfecta de composición y colorización de los elementos. El recurso de hablar a cámara es un truco peligroso, pero Andersson lo maneja a la perfección. El trabajo de sets merece atención como una gran clase de artesanía y de perspectivas. Lo ficticio de su cine es propio de la cultura sueca: sus inviernos son prolongados y duros, por eso la necesidad de encerrarse en galpones y volver a los trucos que usaba Georges Méliès a comienzos del siglo XX, y a diferencia de su primera película “Una historia de amor sueca” (1970) filmada en interiores y exteriores, con una puesta en escena similar al Neorrealismo italiano.
Así, la película marca el inicio de una etapa artística de un director qué prefiere reír en su vida real, un director qué no ve cine, salvo Jarmush o Buñuel. Un director que visita, entre festivales de cine, el Museo del Prado para observar grabados de Goya (Los desastres de la Guerra y Los Caprichos)Los personajes son cínicos, tristes y pálidos (¿muertos vivientes?) en el lugar donde supuestamente tienen los mejores estándares de vida como es Escandinavia. Contradicciones vitales qué esta película nos narra con profunda madurez pero también con un profundo humor negro, por momento satirizando las situaciones a un punto extremo; quizás de ahí venga esa frase popular, hacerse el sueco”. En sus memorias, Ingmar Bergman recuerda el día en que tuvo qué realizar el saludo nazi durante su infancia, vivencia que nos puede dar una idea de la obsesión del director Roy Andersson con satirizar ese pasado qué Suecia ha tenido y lamentablemente vuelve a resurgir en estos tiempo convulsos.
El cine de Roy Andersson merece absoluta atención y análisis en sus visionados ya que la suma de los detalles es un todo complejo y abierto a múltiples análisis. Para mí, la experiencia fílmica ha sido inmediata y suprema; algo que no me ocurre con muchos cineastas y menos con directores que han realizados comerciales. Salvo para algunos, la publicidad es un arma de doble filo. Sabiendo eso, Andersson pudo crear su propio mundo y un lenguaje personal en peligro de extinción.
Desde su productora Studio21, enclavada en el centro de Estocolmo, que funciona como estudio de sonido ( ¡qué belleza el diseño sonoro de todas sus películas!) y cómo productora audiovisual, tiene el control absoluto de su obra y finalmente de su vida.

Rodrigo Marín

Sånger från andra våningen
Suecia, 2000
Dirigida por Roy Andersson

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