THE WEST WING: TWO CATHEDRALS, de Aaron Sorkin





“Vamos a subir el debate público en este país.
Haremos que ese sea nuestro legado”

Leo McGarry
(The West Wing, S01E19)

Había una vez una televisión con finalidad divulgatoria y educativa, una institución que buscaba transmitir conocimientos y también formar cívicamente. Una televisión que era abierta, de fácil acceso y consumo. No era on demand. No era streaming. No era de reality shows. Uno de los últimos ejemplares de esa televisión fue una serie política llamada The West Wing.
Esta serie es la joya de la corona de la obra de Aaron Sorkin. En ella vemos el día a día del Presidente de Estados Unidos y su equipo asesor en el Ala Oeste de la Casa Blanca (lugar donde se ubica el Despacho Oval, la Sala de Situaciones y las oficinas de la planta ejecutiva de gobierno).
Para un segmento de la sociedad sediento de espíritu cívico, ¿existirá algo más sexy que adentrarse a los pasillos de la casa de gobierno? Sorkin consigue satisfacer esa pulsión con trepidantes diálogos entre sus agudos personajes mientras caminan por los pasillos del Ala Oeste. Estas largas tomas que siguen a nuestros protagonistas generan una relación simbiótica con los interiores de la Casa Blanca estupendamente reproducidos, y terminan siendo el sello estilístico más distintivo de la serie y de su creador.
Pero Sorkin no apunta a esa fracción de ciudadanía. Quiere exponer frente a esa erótica a un público más amplio, pues The West Wing es la piedra angular de su noble y trastabillante cruzada civilizadora. Todos sus productos televisivos se han centrado en educar en el ámbito cívico y remover en lo ideológico. La diferencia que engrandece a The West Wing procede de la revolucionaria utilización de estructuras y coordenadas propias de la alta cultura, sin someterse a las fórmulas televisivas establecidas, transformándose en un producto más cultural que de culto. Fiel a ese sentido, el ganador del Oscar a mejor guión adaptado con The Social Network (David Fincher, 2010), logra aderezar al producto con balanceadas dosis de drama, tanto en el ámbito político como en el personal.
La serie toca una infinidad de temas a lo largo de sus 155 capítulos y siete temporadas, pero uno de los que más resuena, y que también está en otras obras de Sorkin, es la importancia de darse segundas oportunidades. Un ejemplo como personaje es el jefe de gabinete del presidente, Leo McGarry (John Spencer), un alcohólico y adicto a fármacos en recuperación, que funciona como voz del pensar de Sorkin en muchas oportunidades, que también fue un adicto en recuperación al momento en que escribió la serie.
En esa línea, uno de los capítulos que condensa de estupenda forma lo anteriormente expuesto es Two Cathedrals (capítulo final de la segunda temporada). El presidente Josiah Bartlet (Martin Sheen) está pronto a dar a conocer que sufre esclerosis múltiple, lo cual pone en cuestión su futuro en la presidencia. Su equipo asesor no sabe si decidirá bajarse o no en la carrera por la reelección. Y, para colmo, uno de sus seres más queridos ha muerto recientemente en un accidente automovilístico. Mediante el uso de flashbacks podemos ver dónde se enciende esa llama que llevó a Barlet a ser presidente. No la épica del viaje que lo condujo hasta ahí, que lo podemos disfrutar en otros capítulos, sino que la voluntad que lo movió de su comodidad y que funcionó como carburante para permitirle llegar a donde está.
Durante toda la serie, pero sobre todo gracias a este capítulo, llegamos a conocer tanto al presidente de Estados Unidos, algo tan lejano de la vida real, que terminamos entendiendo qué significan ciertos matices de su lenguaje corporal. Llegamos a conocerlo tanto que incluso vemos como pone en duda su vocación y cuestiona su religión, vemos como su voz se quiebra al recordar la tragedia que vivió Josh Lyman (Bradley Whitford), ayudante de Leo McGarry, al inicio de esta temporada y nos enteramos de que le considera como a un hijo. Y así, lo vemos en su normalidad, porque esas miserias cotidianas lo revelan tan pequeño como todos quienes también las padecemos.
En el último tramo del capítulo vemos a Barlet salir de la Casa Blanca a la conferencia de prensa en donde comunicará su decisión sobre repostularse o no después de hacer pública su enfermedad. Pero ya sabemos qué viene, ya sabemos la respuesta a todas las preguntas que los periodistas le hacen, y lo entendemos, aunque no diga una sola palabra. Sabemos qué significa que se meta las manos en los bolsillos y mire hacia el lado antes de responder. Sabemos eso porque lo conocemos. Y por esto, el final de este capítulo que cierra la temporada es uno de los cliffhangers más bellos y mejor ejecutados que he visto en una serie.
En aquella época de la otra televisión, la función divulgatoria de The West Wing se convierte en política, más que por factores ideológicos, por la descripción de las cualidades de un presidente demócrata ficticio y su equipo asesor, que estuvo inspirado en el gabinete de Bill Clinton. Suprimió los errores de aquella presidencia y destacando sus virtudes mantuvo a la serie hermanada con la realidad, al mismo tiempo que era una dolorosa ficción, pues los espectadores veían un liderazgo que poco tenía que ver con las agobiantes políticas conservadores de la real presidencia (George W. Bush).
Finalmente, fiel a los pilares de la ideología Sorkin, quien dejó la serie finalizando su cuarta temporada, The West Wing elaboró en su desarrollo uno de los predictores electorales más comentados de la televisión cuando Barack Obama asumió la presidencia. Por ello no es baladí el llamado que han hecho muchos a revisitar la serie estos días. Una era en que la televisión basura gobierna, al punto de poner en la presidencia de Estados Unidos a un personaje de reality show.

Felipe Vera S.

The West Wing
Estados Unidos, 1999 - 2006
Creada por Aaron Sorkin



Comentarios

  1. Muchas gracias por tu crítica. Es verdad que hoy en día cuesta encontrarse con series que buscan contar una historia e ir un poco más allá con su mensaje.
    No he tenido la suerte de ver esta serie, pero la conozco por un libro (Geopolítica de las series o el triunfo global del miedo, de Dominique Moïsi) el cual te recomiendo un montón si te gusta el mundo de la política y de las series. En él, el autor hace un paralelismo en el personaje de Sheen en The west wing (el cual representaría lo humano, noble y honesto) vs. el de Kevin Spacey en House of cards (la utilización del miedo en beneficio propio), y cómo esas visiones cambiaron en un par de décadas de política mundial.

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  2. Muchas gracias por la recomendación. Mucho tweet se ha escrito sobre que The West Wing pavimentó el camino para la elección de Obama, así como House of Cards lo hizo con Trump. De seguro hay sólidos argumentos -desconocidos para mí- que complementan estas afirmaciones. No conocía el libro y tampoco al autor y un googleo rápido me hizo encargarlo. Gracias nuevamente.

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