TAIKA WAITITI




¿Qué es lo que vamos a hacer después de la cuarentena?
Bailar, porque la gente libre baila.

Sumergida en este mar de preguntas sobre cómo hablar de un director, en verdad siempre supe que quería hablar de mi judio/maorí favorito, pero una parte de mí pensó que este estimado no estaba a la altura de los directores que otros van a escoger:  Scorsese, Truffaut, ya saben, esos nenes. Pero ayer terminé de leer El cielo enjaulado -la novela en la que Jojo Rabbitt está basada- y tan solo en esos momentos entendí toda la genialidad latente que existe en Taika Waititi. Porque, o sea, hacer que ese libro se convirtiera en una historia tan acogedora como lo es Jojo Rabbitt no lo podía hacer cualquiera. Estoy segura que cuando su madre lo llamó para hablarle del libro, Taika escuchó un cuarto de la conversación y le dijo a la mamá: voy a hacer una película de un brocacochi que tenga de amigo imaginario a Hitler, va a quedar filete.

Para los que no saben, el cielo enjaulado es acerca de un joven austraco en plena segunda guerra mundial que se enamora de una judía que esconden sus padres y que al final de la guerra y ante la posibilidad de que su amada sea libre, decide utilizar toda clase de subterfugios para mantenerla a su lado. Este Johannes es un funado, no hay otro lado por donde verlo y el libro deja un sentimiento deprimente y desesperanzador, todo lo contrario que uno siente al ver la película, en donde la canción final de Bowie con dos niños bailando solo nos hace sentir que el futuro podría llegar a ser bueno con nosotros si aprendemos a bailar con libertad.

Con todo lo anterior dicho, ¿Entienden todo el trabajo que hizo Taika Waititi para adaptar esta historia? Prácticamente tomó algunos conceptos, los metió en una juguera con Scarlett Johansson y salió de ella el caldo de pollo para el alma más reconfortante del mundo. 

Pero esta capacidad que tiene Waititi de hacernos cariñito se observa en todas sus películas, incluso en la que menos me gusta, Thor: Ragnarok. La maestría que despliega para exponer a sus personajes y mostrarnos su lado vulnerable, a pesar de todo el poder que pueden llegar a tener nos hace reencantarnos con los humanos en un mundo solo donde vemos superhéroes, dioses de nuestra nueva mitología, superiores a las emociones mortales. 

Ya sean vampiros de otra época, niños que arrancan del Sename o niños de las juventudes hitlerianas, Waititi nos hace enfrentarnos siempre a los dramas de una forma que si se pensara fríamente sería imposible de hacer. Todos estos personajes podrían ser fácilmente protagonistas de los dramas más sufridos y cebolleros del mundo, pero no. Están ahí, en medio de una comedia, haciéndonos reír de un gordito que compone haikus para expresar sus sentimientos, de un vampiro que perdió a un ser amado, de un dios que no es digno de su poder. Y eso de cierta forma hace que pongamos la vida en perspectiva, que entendamos tal como dice al final de su última película, que hay que apreciar todo lo que venga. 

Tal vez Taika Waititi no es un director que pase a la historia por reinventar la forma de hacer cine, pero ciertamente ha dado un matiz fresco a los personajes que seguimos y nos ha dado razones reales para querer a sus personajes, que son más de carne y hueso que nosotros mismos. 

Así que sí, bailemos al final de la cuarentena, compongamos haikus y embarquémonos en la idea de que las pasas cosan y aún así todo va a estar bien. 

Isidora Molina

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