De censura y otras cuitas
Hace un tiempo atrás, viendo Los
Simpson con Clemente, mi hijo, apareció Homero discutiendo con Marge, en sus
típicos discursos inconexos, termina diciendo: “¡Olvídalo Marge! ¡Esto es el
Barrio Chino!”. Aunque la escena la he visto más de 5 o 10 veces, aún me hacía
(y me hace) reír. Mi hijo me preguntó el por qué del chiste y le dije que venía
de una película que se llama Chinatown, de
Roman Polanski. Y que la frase resumía la fatalidad que envuelve a los
personajes de la historia, pero no tiene ningún sentido cuando la enuncia
Homero en ese contexto. Le prometí que la veríamos. Todavía no se ha
dado la oportunidad de sentarnos a ver el filme. La película tiene una carga
adulta fuerte y no sé si esté preparado para entenderla, que es lo que me pasó, hace un montón de años atrás, la primera vez que la vi.
El derrotero para entender la película fue largo. La primera vez que apareció Chinatown en mi vida, era plena época de dictadura.
La única posibilidad de ver películas antiguas para un niño, era que las
programaran en la televisión. Y para eso podía pasar tiempo. O no ocurrir.
Además, estaba claro que si había escenas de sexo, por ínfima que fueran,
siempre se censuraban. Y que decir de las alusiones políticas. Ninguna
posibilidad.
La película apareció en algún momento, en los Grandes Eventos de canal 13. Estimulado
siempre por mi padre, que guiaba mi novel imaginario cinéfilo, la disfruté. Aunque la historia de detectives estaba llena de giros y detalles que me enredaron, me agradó. La ambientación, los autos, los trajes me
parecieron cool. El triángulo protagónico, Jack Gittes (Jack Nicholson), Evelyn
Cross Mulwray (Faye Dunaway) y Noah Cross (John Huston), me parecieron
geniales. Sobretodo Nicholson en el rol del detective, intuitivo, elegante pero un
tanto rudo con Dunaway. A Huston recordaba haberlo visto por primera vez en una
película basada en la Biblia, donde hacía el papel (coincidentemente) de
Noé. O ese dato me lo dijo mi padre. Ya no recuerdo. Solo sé que fue una
gran noche frente a la tv.
Años después la película apareció en vhs, por lo que la arrendé en un video club y pude disfrutarla sin cortes
comerciales y en inglés original. Esa vez tuve una sensación extraña. La historia me
pareció más oscura de lo que recordaba. El personaje de Noah Cross,
un malvado sacado directamente del averno, pasó a estar en el top de los personajes
más viles que he visto en pantalla. Y la famosa frase, “Es mi hija, es mi
hermana”, todavía resuena con una brutalidad desoladora. Concluí que la primera
vez que la vi, la historia fue tan feroz, que mi escaso intelecto no entendió la gravedad del relato. O que mi cabeza había morigerado cierta información. Algo así como el
efecto Bambi.
Desde ese momento, Chinatown engrosó la lista de películas favoritas. Y como tal cada vez que la pasaban por el cable,
me quedaba pegado viéndola. Cuando las películas empezaron a aparecer en DVD,
obviamente la volví a ver y compré (o conseguí) una copia de uno de mis filmes
favoritos.
El círculo no se cerró hasta años después, una vez que la encontré en la
noche, en canal 13, como la primera vez que la vi. Desde esa remota noche en
que mi padre me invitó a conocer el abismo, de ese entonces habían pasado casi un
par de décadas. Me quedé pegado con la película, escuchándola en ese doblaje al
cual estaba acostumbrado desde pequeño. Soporté los cortes publicitarios. La
película lo valía. Cuando llegamos a la escena de sexo, entre Gittes y Mulwray rápidamente apareció el tijeretazo de la dictadura. Obvio, la copia era
la misma. Pero mi sorpresa fue mayúscula, cuando hacia el final, viene el encuentro
crucial entre Gittes y Mulwray en su casa y la famosa frase 'mi hija, mi hermana', la
escena se corta y se pasa inmediatamente a los preparativos de la huida. De mi
desconcierto, pasé rápidamente a la indignación y entendí el por qué años antes la película fue para mí, una historia más de detectives. La dimensión horrorosa del relato estaba aplacado ¿Cuántas películas
tienen escenas tan esenciales que si no existen la historia se transforma en
una más del montón?
La dictadura no solo censuraba la política y el sexo. También suavizaba lo que consideraba horroroso. En una época donde la gente era perseguida, torturada o asesinada
por organismos de poder, ellos mismos decidían que debían ver las masas y que
no. La censura dictatorial consideraba que una película no podía meterse con el
tabú del incesto, porque, me imagino, iba contra las buenas costumbres
A propósito de esto, nada supera a la censura de la dictadura franquista y su ingenioso método para evitar
mostrar en pantalla una historia de adulterio. Famosa es la anécdota de la
exhibición de Mogambo (1953) de John
Ford. La película mostraba un triángulo amoroso entre Ava Gadner, Clark Gable y
Grace Kelly. Ésta era un personaje que llegaba recién casada a la sabana
africana. Para evitar el problema del adulterio entre Gable y Kelly, la censura
franquista alteró el doblaje y ella ya no estaba casada con Donald Sinden, sino
que pasaron a ser hermanos. El problema fue que Grace Kelly de adúltera
pasó a tener una relación incestuosa con su “hermano”, pues en la película
ambos dormían en una habitación, como buen matrimonio. Y eso la censura
franquista no lo vio venir. Una película cuyo eje era el adulterio, pasó a
tener como base el incesto. La película ganó en perversidad y la pregunta es
¿la sociedad franquista no estaba preparada para el adulterio pero sí estaba
preparada para el incesto? Una pregunta que podría responder algún seguidor de
las doctrinas del doctor Freud, ¿no?
Cristian
Uribe Moreno
Chinatown
EEUU 1974
Dirigida por Roman Polanski
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