CORRESPONDENCIAS ARGUMENTALES EN EL CINE DE PABLO LARRAÍN: TONY MANERO Y POST MORTEM
El
encierro de meses ha dado tiempo de ver y repasar películas que
circulan en internet, tanto nuevas como antiguas, tanto internacionales como nacionales. En el caso de estas últimas el sitio ondamedia.cl ha sido un excelente lugar de encuentro con el cine de
nuestro territorio. El sitio ofrece una amplia gama de obras especialmente de
los últimos años. En el recorrido de estas creaciones, al revisar las cinematografías de algunos realizadores, se puede percibir su obra como conjunto. De este modo se observan coincidencias formales y
conceptuales, signo de coherencia de un todo mayor. Al
respecto, repasé dos películas de Pablo Larraín, que marcaron su despegue internacional,
reconociendo puntos de contacto y diferencias. Ambos filmes son un díptico
perfecto para hablar de períodos de la historia de Chile que aún provocan
debate.
Las
películas Tony Manero (2008) y Post Mortem (2010), están enmarcadas en
el período de la dictadura militar, la primera, y en los últimos días de la
Unidad Popular, la segunda. Algo que llama de inmediato la atención, es la
continuidad formal del mismo actor protagónico. En ambos casos aparece el actor
Alfredo Castro, quien interpreta a hombres solitarios que pareciera deambular sin
rumbo fijo, en el momento histórico que les tocó vivir. En el primer caso, Castro
interpreta a Raúl Peralta, un hombre obsesionado con el personaje de Tony
Manero, representado por John Travolta en Fiebre
de sábado por la noche (Saturday Night Fever). Toda su energía está en
aparecer en la televisión, en el programa de “El show de la una”, para demostrar
que él es Tony Manero. La película se ambienta en 1978 o 1979, época de pleno
poder de la dictadura militar. Y en este país ultra vigilado, Raúl trata por
todos los medios de cumplir con su sueño de ser Tony Manero. Incluso, matando. Es
llamativo que un personaje tan energético como el interpretado por Travolta,
desate una demencia profunda en un ser tan apagado como Raúl Peralta.
Algo
parecido pasa con el personaje que da vida en Post Mortem, un hombre de mediana edad llamado Mario Cornejo: un
funcionario público que toma notas en la morgue cuando se realizan las autopsias. Tiene un Fiat 600 de color rojo, vive solo en una casa pareada y
frente a él, vive Nancy (Antonia Zegers), una chica de la cual está enamorado.
Cuando Nancy le pregunta “¿En qué trabajai tú, Mario?” la respuesta de Mario es
escueta: “Funcionario”, omitiendo deliberadamente el lugar dónde trabaja
(similar elusión del personaje Raúl Peralta al momento de preguntar en qué
trabaja: “En esto” dice sin mayor especificación). Mario es un hombre sin un rol concreto en momentos cruciales: previo al derrocamiento de Allende y
los infaustos días post golpe (o post mortem). Sin embargo, ninguna de las dos películas
trata de ser una película histórica en estricto rigor, buscando recrear sucesos
reales en pantalla. Se alude a la realidad de manera indirecta, hasta que los
personajes chocan de frente con ella.
El
relato de ambas películas es lineal desde el momento de su aparición. Es decir,
desde que son presentados los personajes, el relato sigue su desarrollo lógico
sin digresiones temporales. Eso en teoría, pues la primera imagen que vemos en Post Mortem es una toma en movimiento
bajo un ¿tanque?, donde la escasa imagen que se percibe, muestra una calle llena de papel picado, como si hubiese habido un desfile o una fiesta
que ya terminó (o que los tanques terminaron). Esto pone inmediatamente en
contexto lo que vendrá. Este vehículo militar que circula, lo hace ¿previo o
después del golpe?
Mario
trabaja con el doctor Castillo (Jaime Vadell), especialista que se encarga de
hacer las necrosis, y Sandra Carreño (Amparo Noguera) ayudante del Dr.
Castillo. La primera vez que se muestra a Mario trabajando, lo vemos tomando
notas mientras el doctor dicta las huellas que nota en un cuerpo de mujer que
luego ambos toman para ponerlo en una camilla. Si bien la escena conecta muy
bien con lo que a continuación se presenta, Mario escribiendo a máquina sus
notas en la casa mientras un niño las lee, la escena funciona de manera doble. Es
un salto prospectivo en el relato y esboza una explicación del carácter taciturno
y solitario del personaje: trabaja directamente con cadáveres. Con el correr de
la narración se percibe algo evidente: no se puede trabajar entre los muertos
sin parecerse un poco a ellos.
De
ahí también se pueda conectar con la palidez en los semblantes de los
protagonistas. Mario, Sandra y Nancy en algunos momentos se asemejan a
fantasmas. En el caso de Mario y Sandra se entiende pues ambos trabajan en la
morgue. En el caso de Nancy, ella es bailarina en el “Bim Bam Bum” y en los
primeros minutos se muestra que discute con el dueño del local porque no la
dejaron subir al escenario, debido a su extrema delgadez (como si fuera un
esqueleto). La escena la presencia Mario, quien se cuela tras bambalinas y
llega hasta el camerino sin que nadie repare en su presencia. Desde ese
momento, entabla amistad con su vecina, viendo en ella a una gran artista
incomprendida. La delgadez de Nancy es tema de conversación entre ella y Mario,
cuando lo visita en su casa. “¿Usted cree que estoy muy delgada?” pregunta ella
subiéndose la blusa para mostrar su torso. “Usted está estupenda” responde él. En
esa misma escena, ella le pregunta a Mario si “cree en el purgatorio”. Y comenta
lo terrible que debe ser no poder morir nunca. Reforzando la idea de que ellos
son almas en pena que circulan.
En
este circular de “almas en pena” se puede incluir a Raúl. Y al igual que Mario,
quien se siente vivo en la ilusión de ser pareja de Nancy, Raúl se mueve en
torno a un deseo profundo: ser Tony Manero. La manera de demostrarlo es
presentarse en ese espacio televisivo y ganar el concurso. Poco a poco va
construyendo el personaje. Primero con su atuendo: traje blanco con camisa
negra. Va regularmente a ver la película que se está dando en el cine. Se ve
solo en el cine disfrutando los diálogos. Después se obsesiona con el piso que
aparece en la pista de baile de la película y lo manda a hacer con un tipo que vive en un terreno lleno de
cachureos. Al volver ir al cine a ver la película, la cinta ha sido cambiada por
otra de Travolta, Grease. Raúl paga
para entrar pero termina robando el celuloide de Fiebre de Sábado, cuyos cuadros revisa a la luz de la lámpara hasta
que es interrumpido. La manía de ser el personaje de la película no es por el
actor sino por el personaje de Tony Manero. Su dedicación a verse y bailar como
Manero, no solo es corporal, de vestimenta o de baile, sino fetichista. Está fascinado
con el personaje pero también con la “ilusión” que rodea al personaje. De ahí que
las únicas veces que vemos feliz a Raúl no es bailando para los demás, sino
cuando está solo en su cuarto fantaseando y disfrutando de su personaje:
primero al ritmo de El Pollo Fuentes y su canción “Era solo un chiquillo” y
luego acariciando el piso que mandó a hacer, al ritmo de Frecuencia Mod y
su canción “Qué clase de hombre eres”. El resto del tiempo vemos a Raúl con su mirada
entre perdida y hastiada, como si cualquier trabajo que lo saque de sus fantasías lo irritara.
Esa
mirada de no estar en “ningún lado” es la misma que tiene Mario en su diario
vivir. Mirada ausente de una realidad igual de ausente. La única vez que vemos que su cara y actitud se ilumina, es cuando está
con Nancy. Es tal la pasión que siente por ella, que en la primera salida que
tienen a un restorán de comida china, le pide matrimonio. Esta ilusión de tener
a Nancy de pareja, lo hace perder el sentido de realidad. Rechaza las
insinuaciones de Sandra diciéndole: “Yo no me acuesto con mujeres que se
acuestan con otros hombres”, censurando su actuar con el Dr. Castillo. Sin percatarse de la relación evidente entre Víctor (Marcelo Alonso) y Nancy. Además, acude al local donde trabaja Nancy a pedir que la dejen actuar, "porque
la Nancy es una gran artista”. En esta transacción con el dueño del local, éste
le pide su auto y Mario le entrega las llaves sin pensarlo siquiera. Esa es la
burbuja que él ha creado en su vida.
Sin
embargo, esa irrealidad, en la que viven ambos personajes, Raúl y Mario, termina
por reventar. Los hechos históricos, o el peso de la Historia, acaban entrando
en sus vidas. En el caso de Mario, los desgraciados hechos del día del Golpe de
Estado, él literalmente se está duchando. Cuando llegan los militares a la casa
de Nancy, pues el padre es un dirigente de la Unidad Popular, él no se da
cuenta del allanamiento. Cuando acaba su ducha y corta el agua, siente los
aviones y al perro de Nancy que se queja fuertemente. La primera imagen que ve
al salir de su casa y cruzar al frente, es el vacío de la calle. Luego, entra
en la casa que ha sido arrasada y encuentra al perro herido. Lo recoge y mete
en un bolso, toma el auto de su vecino y se dirige al "Bim Bam Bum". Ahí, en una
imagen que muestra nuevamente las calles vacías, encuentra su auto, Fiat 600, destruido
completamente como si un tanque hubiese pasado por sobre él. La perplejidad de
Mario solo aumenta cuando llega al trabajo y están los militares. Además de más
cadáveres de lo normal. Él no entiende nada porque nunca le ha interesado nada de la realidad, excepto Nancy. De aquí en adelante, la película se convierte en una película de
muertos, donde los fallecidos se van acumulando y acumulando en la morgue. El
choque con el nuevo orden no le ocurre directamente a él, sino a sus colegas. Es
curioso que la primera persona que vemos conversando y transando con los
militares, sea el Dr. Castillo. Personaje que ha sido presentado antes, en un
almuerzo en el trabajo, como un convencido allendista, que tiene ideas muy
radicales acerca de cómo debe ser llevado el proceso social. En el momento que
aparecen los militares, el nuevo poder, el nuevo orden, Castillo es el primero
en ponerse a disposición. En ese apretón de manos con el capitán (Marcial
Tagle), el nuevo orden se da la mano con el antiguo orden. En contraste, Sandra
Carreño es quien resiente más los sucesos que ocurren. Primero cuando comienzan
a llegar los muertos a la morgue, se siente sobrepasada. Y luego, cuando están
en plena autopsia del presidente, no puede hacer el corte al cuerpo. Sencillamente,
no. Y se pone junto a Mario, quien tampoco pudo colaborar tomando notas, pues
la máquina que le facilitaron, no la puede hacer funcionar. Ambos ven al Dr. Castillo
describiendo fríamente las heridas que provocaron la muerte de Allende,
llegando a la conclusión del suicidio. En una toma de la cara de ambos, Sandra está
completamente desencajada. En ella cae todo el peso de la derrota (la mirada
sorprendida de Mario, en un momento esboza una sonrisa). Y luego, en la morgue
ahora abarrotada de cadáveres, en el piso y en las escaleras, Sandra estalla
cuando encuentra a una enfermera que ha visto con vida solo hace unas horas. Y en
ese momento de absoluto desahogo, a grito pelado, aparece el capitán con toda
su brutalidad, disparando a los cadáveres. Las posiciones se sinceran.
En
todo este caos, o surgimiento de un nuevo orden, Mario se ha mostrado
absolutamente indiferente. Solo se preocupa de Nancy quien no aparece por
ningún lado, hasta que la encuentra escondida en una pequeña bodega en el fondo
de su arrasada casa. La comienza a alimentar y a cuidar. Mientras en su trabajo
lo vemos cuál Caronte acarreando cadáveres por los largos y estrechos pasillos
de la morgue. Se adapta al nuevo orden pues no tiene posiciones definidas que lo
ponga en peligro. De hecho, al momento de hablar con Nancy, quien aún está escondida
y temerosa de que vuelvan los militares, Mario dice que no se preocupe, que él
hablará con ellos, pues “tengo un cargo ahora”.
Toda
esta burbuja revienta para Mario al momento de ver a Víctor con Nancy. Su transfiguración se puede leer en sus ojos que se transforma en
una mirada de desengaño y enojo. La toma final con una cámara fija, dura alrededor
de seis minutos. Es una escena sorprendente, incómoda y terrorífica. La clausura
literal se transforma en clausura metafórica de Mario, su vida y su ilusión, como del país. Y también es un salto temporal
que se puede leer como los nuevos tiempos que vienen, el período de dictadura
militar, una época muy cerrada de la historia, con muertos escondidos bajo los
restos de algo que fue.
Y
aquí la gran diferencia con Raúl y su ilusión. Hacia el final cuando llega la
policía política a la casa donde vive, Raúl se escabulle para ir a concursar al
programa de televisión. Claramente él está alienado en su obsesión por demostrar
que él es Tony Manero y nada lo detendrá. La realidad imperante es solo un
escollo más a salvar porque en su interior sabe como la dictadura está actuando
contra los ciudadanos. En sus observaciones y salidas a la calle ha visto como
los militares “trabajan”. Por eso, en su propio accionar contiene esa impunidad
con que se mueven las fuerzas de la dictadura. Sabe navegar en esas aguas de
muerte. Por esto mismo, al presentarse al concurso y no ganar, no se derrumba,
como bien lo podría hacer Mario, pues es solo un obstáculo, como otros que han aparecido
a lo largo del relato. Se entiende que lo sabrá sobrellevar y seguirá adelante en
busca de su objetivo. Esto es lo que se insinúa en el final, arriba de esa
micro que sube Raúl. No hay descanso para estas almas enajenadas, frutos de la
dictadura.
Al
concluir, solo decir que ambos relatos se sienten retorcidos porque los
momentos históricos que representan son retorcidos. No hay una visión panorámica
de los conflictos porque solo existe la mirada ausente y egoísta de sus
personajes que coincidentemente los representa el mismo actor. Por lo que se
puede interpretar que la locura de Raúl se prefigura en este funcionario que
representa Mario. La deshumanización que experimenta Mario parece llevada al
límite por Raúl. En un díptico que dialoga con el pasado de manera lejana, sin un punto de
vista moral sobre los álgidos tiempos históricos que
representa. Fábula oscura que Pablo Larraín realizó en dos capítulos y cuya
ambigüedad pocas veces ha sido representada de manera tan manifiesta en el cine
nacional.
Cristian
Uribe Moreno
Tony
Manero
Chile, 2008
Post
Mortem
Chile, 2010
Dirigidas por Pablo
Larraín
AlfredoCastro, un grande...esa escena de cuando mata a la anciana del televisor, imposible sacársela de la retina aunque pasen mil años, el mal por hacer el mal. Una película incómoda, tóxica, y dolorosa porque representa un momento de nuestra historia que, al menos a mi me averguenza y que fue tan eterno...si es que alguna vez de verdad terminó.....
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