Una nueva mirada al viejo oeste: MEEK'S CUTOFF

 



El western es el único género exclusivamente americano, dijo alguna vez en una entrevista Clint Eastwood. Y esto porque ha servido como ningún otro género para hablar del espíritu de aventura y lucha en la construcción del país del norte. Creando una mitología donde la ley y la civilización van llegando a estos lugares tan lejanos como salvajes. Y en el centro de toda esta fundación mítica está la figura del cowboy. Figura esencialmente masculina que se convirtió en el espejo de generaciones que crecieron viendo las películas del viejo oeste. Que disfrutaron de su apogeo y también su declinación. En este ocaso del género, comenzaron a aparecer otros temas como el mito del cowboy versus la realidad, el rol de la mujer y la visibilidad del indígena como un otro. Justamente parte de los temas que toca el film de Meek’s cutoff (2010) de Kelly Reichardt.

La película de Reichardt está ambientada alrededor de 1845 cuando los pioneros norteamericanos expandían la colonización hacia otras latitudes del territorio. Una caravana de colonos sigue al guía Stephen Meek (Bruce Greenwood), experimentado conductor, por rutas desconocidas hacia las tierras destinadas a la colonización. En el camino se pierden y capturan un indígena a quien obligan a que les muestre el camino que ellos buscan. Pero el film es mucho más que esto.

Lo primero que llama la atención es el modo de presentar la narración. Las primeras imágenes que se ven (o se escuchan) son las de la naturaleza. El agua, el viento, los insectos son el ruido de fondo que llena la pantalla como si los sonidos fueran un personaje en sí. No hay diálogos, no hay palabras.  El sonido complementa la imagen de un mundo prístino y natural. Así se ve a estos colonos adentrándose en el corazón de un territorio de enormes extensiones donde la presencia del hombre pareciera no existir.

Las imágenes se concentran específicamente en las mujeres sumidas en trabajos rutinarios: atravesando el río, sacando agua del río, lavando ropa o trastos de cocina en el río. Y la primera palabra nítida no se oye, sino que se ve en pantalla: LOST, tallada por uno de los hombres. La austera presentación y las pocas palabras para configurar el relato, dan escasos indicios de qué ocurre[1]. Aun cuando se percibe la claridad y naturalidad de la imagen, en los primeros minutos el relato es esquivo y umbrío. Pero por alguna razón, las primeras imágenes son acaparadas por las mujeres. Por ahí se decanta la narración.

En la noche, durante una conversación íntima, uno de los hombres comenta a su mujer que el guía, Meek, parece no encontrar el camino. Asimismo, informa que el grupo ha extraviado el rumbo y que algunos de los hombres opinan que Meek podría deliberadamente querer sabotear el viaje y dejarlos morir para luego ir por otros colonos y hacer lo mismo. Por lo que algunos hombres pensaban en tomar medidas contra él. La conversación deja claro los roles que luego se irán dando. Los hombres preocupados de la ruta a seguir y las mujeres detrás, encargándose de todas las demás labores.

En este mundo, dominado por los hombres que toman las decisiones lejos de las mujeres, el relato se centra en la figura de Meek como el gran conocedor de este mundo inhóspito y desconocido. Se le ve más de una vez relatando historias para los niños o a las mismas mujeres. Este mundo desconocido para la mayoría, él lo presenta con sus propios ojos, vale decir, con sus propios prejuicios y temores. La tensión de no saber si llegaran a su destino va creciendo pues los recursos con que cuentan son escasos y cualquier mala decisión podría terminar con todos muertos. Esto se discute en las conversaciones entre las mujeres, casi siempre detrás de los carros (las tomas en general las ubica caminando detrás de los vehículos o trabajando detrás de ellos). Las conversaciones de ellas se escuchan de manera clara. Los diálogos de los hombres se escuchan como cuchicheo, un rumor confuso.

Los hombres discuten a los lejos sobre qué rumbo tomar y el camino se ve interminable. La tensión hasta ese tramo de la película está centrado en si el grupo encontrará el camino que los lleve a su destino o sucumbirán en esas inclementes tierras. Sin embargo, la aparición de un indígena (Rod Rondeaux) da un giro a la trama. El indio se presenta imprevistamente ante una de las colonas, Emily Tetherow (Michelle Williams). La escena es rápida y ella se aterroriza y corre hacia el carro por un arma para avisar a los otros, mientras el indio huye.

La tensión se desvía hacia el temor de ser atacado por un grupo de indígenas. En este aspecto, el único que ha visto a otros indios es Meek, quien alimenta los temores más profundos de hombres y mujeres, con las horribles posibilidades que podrían vivir si son capturados por ellos. El miedo se instala en el grupo. Incluso, después que apresan al indígena que los ronda. ¿Qué hacer con este otro? Deciden usar su conocimiento de la zona para encontrar agua. Sin embargo, el temor de que vengan por él y arremetan contra la caravana, provoca un nuevo foco de tensión. El choque entre ambas culturas está increíblemente filmado. Se mezclan la curiosidad y el terror por parte de los colonos, junto con la barrera idiomática evidente cuando habla el indígena. Y la narración adquiere otro cariz.

A la falta de claridad que tienen los hombres en cómo llegar a su destino, emerge la figura de Emily por la empatía que comienza a sentir por este nativo cautivo y el mal trato que los hombres le dan. Pese a todas las advertencias de Meek, ella se preocupa por su alimentación y su ropa. Este acercamiento es sutil y es una nueva sensibilidad que se instala en la película. Y muy simbólicamente es el grupo femenino, el otro grupo dominado, quien trata al indio como un igual.

La película se desarrolla en una una serie de dicotomías. Parte mostrando la naturaleza en toda su majestad versus la civilización, representada por el grupo de colonos. Luego, presenta a  los hombres, que toman las decisiones y guían erráticamente al grupo versus las mujeres que siempre están reducidas a labores domésticas, caminando tras los carros, sin poder de decisión en las resoluciones importantes que se toman. Y por último, la dualidad de dominadores, el grupo de colonos, versus los dominados, que representa el nativo prisionero. Una pequeña muestra de la forma en que serán tratados los pobladores originarios por los nuevos dueños de las tierras.

La tensión final entre Meek, quien no confía en el indígena, y Emily quien poco a poco se empodera en el grupo y se enfrenta a sus decisiones, son el clímax del film. La película se puede leer con ojos de la actualidad y vemos a los líderes perdidos en el camino (la palabra LOST adquiere otra dimensión) y también en sus prejuicios hacia el otro, hacia lo desconocido. El único contrapeso a este mando errático es la mujer que tiene mucho más claro el camino a seguir y comprende mucho mejor al otro, al indígena. Su juicio parece estar mucho más conectado con el momento de crisis que vive el grupo que los hombres. En el final Reichardt dedica una bella toma donde las miradas del indígena y Emily se cruzan porque pese a los obstáculos han construido una relación que los otros nunca pudieron siquiera vislumbrar. Es el tiempo de los nuevos liderazgos.  

                                                Cristian Uribe Moreno

Meek’s cutoff

EEUU 2010

Dirigida por Kelly Reichardt



[1] “Alain Masson, en su libro “La récit au cinema”, enfatiza el intenso aura de misterio que acompaña a cualquier película en sus primeros momentos. Todo es extraño, ambiguo, lleno de múltiples potencialidades: al inicio todos somos ciegos, tanteando en la oscuridad” (p.30), ¿Qué es el cine moderno? , Adrian Martin, Uqbar Editores, 2008



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