WESTERN, UNA VUELTA POR LA OTRA EUROPA
¿Es el western el territorio idóneo
para mostrar al hombre luchando contra la naturaleza, contra la hostilidad del
otro, para llevar la civilización y ley a los más lejanos rincones? Western (2017) es la tercera película
de la alemana Valeska Grisebach. La realización está ambientada en la frontera
de Bulgaria y Grecia. Hasta aquí llega un grupo de trabajadores alemanes para
edificar una central hidráulica en un río. El grupo de obreros construye un
campamento y se abocan a trabajar mostrando muy poco respeto por el medio
ambiente y los habitantes de una aldea aledaña. De su comportamiento
avasallador y grosero comienzan a darse roces y tensiones con la gente del
pueblo. Uno de los trabajadores, Meinhard (Meinhard Neumann), tratará de
establecer vínculos con la gente local.
Formalmente, la película tiene un
registro casi documental. Sus imágenes muestran a los personajes trabajando en
su rutina diaria y disfrutando de sus momentos libres bebiendo o nadando en el
río. Y es aquí donde su comportamiento masculino y de alemán superior creará un
problema al humillar a una chica en el río. Los obreros alemanes son los nuevos
“conquistadores” que vienen a modificar el paisaje y someter esta tierra
alejada de la modernidad europea. En este choque cultural emerge la figura de
Meinhard (quien se presenta como un ex soldado legionario). En su primera
acción toma un caballo blanco que pasta en el cerro para dirigirse al pueblo, al encuentro de estos "nuevos salvajes". De ahí la primera conexión simbólica con los films del
viejo oeste, el forastero que llega al pueblo para subvertir el estado de las
cosas.
Sin embargo, la primera
interacción que realiza Meinhard no es imponer su punto de vista sino que busca
comunicarse con los lugareños. Y la primera barrera evidente es la idiomática.
Igual que los colonos cuando se desplazaban por suelo norteamericano y se
encontraban con distintas tribus cuyas lenguas no entendían (y tampoco se
esforzaban en entender), la lengua se transforma en el primer obstáculo a
vencer. Por medio de señas, con perseverancia y un habitante que sabe algo de alemán,
Meinhard logra establecer los primeros vínculos con la pequeña comunidad búlgara. Ellos
muestran su desconfianza y prejuicios hacia estos obreros irrespetuosos. Poco a
poco Meinhard se irá vinculando con distintas personas y familias del pueblo,
hasta alcanzar medianamente una confianza. No obstante, las tensiones entre
Meinhard y sus propios compañeros especialmente su jefe se irán acentuando. La
falta de fondos para continuar y el recurso hídrico necesario para llevar a
cabo la obra enfrentarán definitivamente a Meihard con el grupo. La solución pasa por ocupar el agua que el pueblo utiliza. Y esto él no lo permitirá. Como en
cualquier western norteamericano, la disputa por territorio, se toma las
tensiones. Lo que por lo general acaba resolviéndose en un enfrentamiento con
armas, aquí la acción del obrero logra llevar las tensiones hacia otro lado,
buscando soluciones más mediadas, más dialogadas, posibilitando un acuerdo
entre la cuadrilla de trabajadores y los representantes del pueblo. Una nueva
manera de encarar los problemas, un modo más dialogante y centrado en la
opinión de la comunidad, directamente enfrentada.
Así el filme funciona en varios
sentidos. Primero, el comentario
político de cómo en la nueva Europa, el rol de Alemania es fundamental.
Pero no en clave de antiguo país dominador, sino una nación más interesada en
el otro y avanzar en decisiones conjuntas. La crítica que hace uno de los
habitantes a la salida de los hombres del pueblo hacia Grecia y otras zonas más
industriales por la falta de empleo, es explícita. El modo de vida de los
lugareños está en vías de extinción por el desarrollo capitalista que absorbe culturas menores y transforma drásticamente el medio ambiente. Por lo que es fundamental el progreso que respeta otras visiones del mundo.
Y, por otro lado, está toda la
cultura machista que el título evoca. Los obreros en su día a día funcionan
como un exclusivo club de hombres, con sus ritos y prejuicios. Machismo que
suele aparecer en las películas de cowboys que el título alude. Pero esta
cultura machista parece no tener lugar en esta nueva Europa, en esta nueva relación con los habitualmente invisibilizados. Y esto se va
consolidando en el accionar de Meinhard.
El relato se toma su tiempo para
llegar a buen puerto. El personaje de Meinhard recibe de ambos lados críticas
así como aliados. Él se va internando en las fisuras de ambos mundos. Se
compenetra de los problemas de los lugareños como del propio trabajo en el que
participa y se moviliza, buscando solucionar de la mejor manera, los problemas
que se suscitan en ambos lados.
De este modo, la película da un
giro a la imagen habitual del personaje que Meinhard representa. El prototipo del
vaquero sin pasado (o pasado no confirmado) que afronta los problemas y los
soluciona a la fuerza es desplazada por un hombre que se percibe real y que
logra entablar lazos de hermandad con otro, confirmándolo como un interlocutor
válido. Hacia el final, termina casi mimetizado con la mayor parte del pueblo. Aunque
en algún momento nos recuerdan que hay prejuicios que prevalecen pese a todo.
En conclusión, la película
funciona como crónica política de la nueva Europa y da luces del rol de Alemania en este nuevo trato hacia los países menores. Asimismo, es un apunte crítico a la cultura machista que
aún persiste en parte del viejo continente. Interesante película, que
sutilmente exhibe una sensibilidad distinta a estos filmes tan físicos. Mirada
vivificante que Valeska Grisebach desarrolla con gran pulso.
Cristian
Uribe Moreno
WESTERN
Alemania, 2017
Dirigida por Valeska Grisebach
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