A PROPÓSITO DE MANK O EL HOMBRE K
Mucha
expectativa había en el mundo cinematográfico y en los cinéfilos por la nueva
realización de David Fincher, MANK (2020), estrenada mundialmente por Netflix
este 4 de diciembre. De los motivos para está ansiada espera, dos interesaban
de modo particular. Por un lado, era la primera película de Fincher en seis
años, un paréntesis que se extiende desde Pérdida
(2014), pasando por la soberbia serie de Netflix, Mindhunter (2017). Por otro lado, la película estaba basada en la
vida del guionista Herman J. Mankiewicz, el coautor junto a Orson Welles de Citizen Kane (1941), una de las
películas más influyentes, estudiadas y citadas del cine.
La
primera pregunta que surge después de ver Mank
es de qué va esto. ¿Es un cosplay de Citizen Kane? ¿Es un biopic de la figura del guionista? ¿Es
un ejercicio de estilo que evoca las producciones del Hollywood clásico? De
todo un poco parece haber en esta original producción.
Lo
primero a tener en cuenta es que el guion es del padre de David Fincher, Jack
Fincher, por lo que la tarea emprendida es bastante personal. Lo segundo es que
la historia se basa en una vieja controversia en Hollywood acerca de la autoría
del guion de Citizen. El trabajo fue el único premio Oscar que recibió Orson
Welles por la película y fue un crédito compartido con Mankiewicz. Pero
posteriormente, apareció una teoría que argumentaba que la creación del guion
se basaba en exclusiva en Mankiewicz y que Orson no tuvo participación en el
trabajo escritural. Y este es el punto que recrea la película.
Un
texto inicial, a modo de introducción, recuerda cómo el estudio RKO buscó a Orson
Welles para que hiciera una película, entregándole total control sobre todos los
aspectos de la película. Después de este pequeño contexto se presenta los
créditos sobre un cielo en blanco y negro, cargado de nubes blancas donde se
presentan los nombres de los actores. La imagen desciende y se ve un camino
donde vienen dos autos a toda velocidad levantando una gran polvareda que
apenas deja ver las indicaciones del lugar: Victorville. Al llegar a destino
aparece la primera señal del constructo: “EXT. VICTORVILLE – RANCHO DE
HUESPEDES – DÍA – 1940” un cartel que se teclea en pantalla como si fuera una
máquina de escribir creando un guion. Así, a lo largo de la narración van
apareciendo las diferentes secciones (12 segmentos, 10 de ellos flashbacks) como
si fueran un guion que se está escribiendo, un trabajo en proceso. Primero la
palabra luego la imagen, recuerda constantemente. Ese artificio deja en claro
que esta construcción es una ficción realizada por un guionista, por lo que
perfectamente se puede asociar a la creación literaria.
En
este ejercicio, el relato principal ocurre en el rancho donde llevan a Herman
Mankiewicz, o Mank, (Gary Oldman) para que cree un guion para Orson Welles en
60 días. Lo llevan con una enfermera, Fräulein Frieda (Monika Gossmann), pues
tiene una pierna rota producto de un accidente que más adelante detallan y una
secretaria Rita Alexander (Lily Collins) que lo ayudará con sus notas plasmadas
en un cuaderno llamado El espiral, que explica cómo funciona su manera de
pensar y escribir. En medio de la
estancia en el rancho, sus recuerdos llevaran al espectador por su historia de cómo
conoció a los personajes principales en los que se basa la película de Citizen Kane: William Randolph Hearst,
magnate periodístico, y su amante Marion Davies.
Desde
un principio queda claro que la narración será un diálogo con Citizen, cine sobre
el cine. De ahí que aparezcan planos que evocan a la película de los ‘40 o que se
hagan alusiones directas como a Mank dictando la narración de Citizen a Rita.
Además,
en la propia actividad de Mank, en su trabajo como guionista, se muestra el modo
de trabajo en Hollywood de los años ’30. Sin embargo, la narración no se centra
específicamente en la grabación de las películas sino en quienes estaban a
cargo de los grandes estudios y manejaban el negocio: David O. Selznick, Irving
Thalberg y Louis B. Mayer.
En
estos recuerdos, el funcionamiento de la industria cinematográfica es notorio:
los guionistas creaban la historia, los productores decidían quien filmaba y
ahí se ejecutaba el proyecto. Una tarea colectiva supervisada por los gerentes.
De este modo, el primer encuentro de Mank con William R. Hearst, lo muestra
como un individuo lo suficientemente poderoso como para dirigir sus propias
películas ‘caseras’. De ese primer encuentro con Marion Davies (Amanda
Seyfried) y William R. Hearst (Charles Dance) es muy particular la manera de presentación:
mientras ella está amarrada y expuesta en una tarima que simula ser una hoguera
que arderá en minutos, vestida completamente de blanco, como un ángel, en ese
mismo plano Mank está abajo (ella como objeto inalcanzable, en términos
simbólicos), Hearst es mostrado dentro de un vehículo que la filma, escondido del
sol, por lo que su rostro se ve difuso pero queda claro que él maneja todo,
como Orson Welles desde la lejanía. Y descansando en las sombras los
productores Louis B. Mayer (Arliss Howard) e Irving Thalberg (Ferdinand
Kingsley), los verdaderos antagonistas del filme.
El
segmento dedicado a Mayer, lo muestra en toda su ruindad. Después de presentar
a su hermano menor, Joseph Mankiewicz (Tom Pelphrey), al productor, Mank y Joe
lo siguen en un largo plano secuencia a un auditorio donde lo esperan los
actores, actrices y trabajadores en general. En el largo trayecto, Mayer expone
sus reglas para dirigir la industria del cine, donde exhibe su desprecio por
las personas. Esto es ratificado en la escena siguiente, cuando ante todos sus
trabajadores pide un esfuerzo para disminuir su salario temporalmente y así
salvar el estudio. Luego de ser respaldado, Mayer se emociona y se va. Al salir
Mank se da cuenta de la mascarada que ha montado.
En
este mundo de hipocresía que se va exhibiendo, Mank se ve bastante cómodo. Con
su ingenio, mordacidad y erudición, sabe atraer la atención sobre sí y nadar en
aguas hostiles. A esto se agrega su adicción a la bebida y el juego. Un cóctel
que lo muestra en una faceta absolutamente frívola. El bufón de la corte. Sin
embargo, este lado superficial va cediendo lentamente al lado moral cuando
observa cómo los magnates cinematográficos (un Irving Thalberg a la altura de
Gobbels), incluyendo a William R. Hearst, utilizan la industria de la
entretención, el cine, como un medio de control y poder para sus planes
espurios. La excusa es la elección de gobernador en California el año 1934,
donde el partido Republicano recurre a los falsos noticiarios filmados en MGM (no
tan distintos a las fake news que ayudaron a Trump a llegar al poder) para
atacar al candidato Upton Sinclair. Por esas
líneas, según la película, estaría la transformación de Mank.
Otra
idea que viene a respaldar este poder que tienen los magnates sobre las
personas, se muestra en la caminata que tienen Marion y Mank por las
inmediaciones de San Simeón, la mansión de Hearst. Durante su conversación con el
zoológico particular de fondo, ellos tienen conciencia de su propia dependencia
por estos millonarios. Así se muestran como criaturas atrapadas dentro de jaulas
invisibles. Ahí está el propio guionista lidiando con sus fantasmas, autodestruyéndose
sin ningún sentido y aceptando ser la entretención de esta corte. Aunque el
papel de bufón ya no le sienta tan cómodo. Y es aquí donde se entiende su
última lucha por el guion.
Al
respecto, durante su estadía en el rancho, después de muchas presiones, Mank logra
finalizar el guion de “American” que a la postre se convertiría en Citizen Kane. Ahí comienza el
peregrinaje de sus conocidos para que renuncie al guion y no se haga la
película (una suerte de Cristo pagano tentado en el desierto). Y Mank percibe
lo grande de la obra y su posibilidad de trascender, por lo que se entiende su
cambio de opinión por querer aparecer en los créditos, pese al contrato que
antes había filmado. De este modo, la narración justifica la conversión del
personaje y el enfrentamiento con el poder que maneja todo, Orson Welles o
William R. Hearst.
Y
todo acompañado de una impecable puesta en escena, con unas imágenes que
remiten a los films de los años treinta y cuarenta, con sus luces y sombras,
sus fundidos y encadenados, incluyendo la famosa quemada de cigarro en el
vértice de la pantalla. Una película metacinematográfica, que se disfruta se
disfruta igual sin conocer la película de Citizen
Kane. Una realización que se presenta en capas que apuntan a distintas
ideas pero en lo esencial, buscan explicar el por qué Mank eligió a Hearst para
su trabajo con el que pasaría a la Historia. Y aunque se muestren detalles que
mezclan ficción con realidad, se nota el aire de homenaje a Citizen como
también el aire reivindicatorio de la figura de Mank (y al trabajo de los
guionistas en general). Pese a que hay que tomar distancia de lo expuesto en
las imágenes, pues más de alguna vez el mismo guionista ha deslizado la idea de
la falsedad de las imágenes de las películas (o la falsedad de los ideólogos
que crean estas imágenes).
Al
final, parece ser otro filme que muestra “el triunfo del espíritu humano sobre
la bestia encarnada en nosotros mismos” como expone Mank en una presentación
ante David O. Selznick. Una película que tiene a un Gary Oldman fuera de serie
y que despejando todo lo accesorio, muestra las contradicciones de un genio, un
hombre que convive con sus demonios y que aun así, logra crear una obra, que se
complementará con la participación de otro genio, Orson Welles. Dos almas que
crean una pieza maestra. Dos almas que representan el espíritu de la creación
artística, como lo pensó Nietzche, la combinación de lo apolíneo y lo
dionisíaco. En este caso, un Dionisio en toda su magnitud, quizás el hombre
detrás de Kane.
Cristian Uribe Moreno
MANK
EEUU, 2020
Dirigido por David Fincher
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