EL CONTADOR DE CARTAS, LA CASA SIEMPRE GANA
En el documental de Mark Cousins, La historia del cine: Una odisea (2011), aparece Paul Schrader comentando sus películas American Gigoló (1980) y Light Sleeper (1992). Sus palabras apuntan a que ambas películas tienen desenlaces semejantes pues cuando las rodó pensó en Pickpocket (1959) de Robert Bresson y su portentoso final. Agrega Paul Schrader en el documental, que echa de menos el cine existencial. Algo que él mismo parece querer remediar con sus films cuyos personajes deambulan en este mundo vacío sin un rumbo preciso.
Al ver la última película
de Paul Schrader, El contador de cartas
(2021), uno diría que su cine siempre ha estado girando en torno a Bresson y su
afán de alcanzar la “gracia” (o trascendencia) en este mundo sin sentido y amoral.
Si a esto adicionamos su predilección por Ozu, Dreyer y Tarkovsky, tenemos una
nueva historia Schraderiana.
El
contador de cartas es una película que se percibe como una
historia que hemos visto antes. El personaje William Tell (Oscar Isaac), un
excombatiente de la guerra contra Irak, se dedica a ganar dinero contando
cartas en los casinos. Su trabajo diario es sentarse en las mesas de los
casinos a jugar blackjack (o 21)
contando cartas. Siempre ganando lo justo y necesario con su método. En uno de
estos sitios, conoce a Cirk (Tye Sheridan) hijo de un exsoldado que conoció en
Irak y quien tiene grandes deudas de dinero. Decide ayudarlo y para eso se une
a La Linda (Tiffany Haddish), una mujer que consigue grandes financiamientos a
jugadores profesionales para que participen en torneos profesionales de póker.
Juntos comienzan a visitar casinos con la intención de hacer dinero. Pero un
empresario que representa a la industria de seguridad, Major John (Willem
Dafoe), se cruza en su destino.
Desde un comienzo, con el
telón verde con que se inicia los créditos (muy semejante a la tela de
arpillera que Ozu usaba para los créditos) y que termina siendo el paño con que
están hechas las mesas de juegos, se nos notifica que la historia estará
relacionada con el juego de cartas en los casinos. Pero las primeras imágenes,
nos llevan a la cárcel. Aquí se muestra a Tell contando detalles de su encierro.
Vive en una pequeña celda con rutinas muy marcadas. Y el hábito de escribir en
un cuaderno sus pensamientos. Esto recuerda al reverendo Toller, personaje del
anterior trabajo de Schrader, First
Reformed.
Esa voz en off de William
Tell, nos conduce por sus obsesiones, su hierática conducta en los casinos y su
inmutable mirada cuando juega. Todo está en su cabeza. Todo muy bien
controlado. Así, con esa voz en off que traspasa toda la narración, nos cuenta
su método y su forma de ver la vida: “El blackjack se basa en eventos
dependientes, el pasado afecta las posibilidades del futuro”. Y cuando trabaja
en las mesas de juego, no ve caras, dice, sino almas.
Su forma de ser, lo
muestra como un hombre que viene de vuelta del infierno: la guerra y la cárcel.
De ahí el dato de que es excombatiente no pasa desapercibido. Otro
excombatiente con sus demonios a cuesta como Travis Bickle, el exsoldado de
Vietnam que recorría las calles de Nueva York, personaje que Schrader diseñó en
su guion para Taxi driver.
Esto modela su forma de
encarar la vida. Una suerte de ascetismo en su conducta, casi siempre vestido
de la misma manera, tomando el mismo licor, despreciando el dinero, un hombre
sin objetivo más que vivir el día. Pero al conocer a Cirk y La Linda nace en él
un sentimiento por ayudar, una especie de redención profana. Y un objetivo que
lo saca de su profundo calvario.
Sufrimiento que solo se
alcanza a prefigurar cuando tiene sus pesadillas en que aparecen distorsionadas
imágenes de la cárcel de Abu Ghraib, conocida prisión en Irak, que sirvió a los
norteamericanos como centro de detención y torturas contra sus enemigos. Y aquí
se puede intuir el verdadero tormento que carga Tell.
En este aspecto, es muy
sintomático la forma que Schrader filma los espacios de las prisiones. La
cárcel donde inicialmente aparece el protagonista, se muestra muy aséptica:
limpia, ordenada, silenciosa. Similar a un hospital, como si Tell estuviera sanando
de sus heridas. En contraste, Abu Ghraib tiene un lente que deforma la imagen,
mucho ruido y colores muy cálidos, como si fuera una estancia en el infierno.
De este modo, se entiende la
inusual conducta que exhibe Tell cuando llega a un cuarto de hotel para pasar
la noche: su preocupación de cubrir todo el cuarto, muebles y utensilios, con
sábanas que amarra con una dedicación enfermiza, convirtiendo el espacio habitacional
en otra cárcel, un lugar fantasmal. Él mismo afirma que no soporta el ruido y
el hedor.
Hacia el final, Tell
parece que logra dar sentido a su existencia al enmendar la conducta de Cirk y
establecer un vínculo emocional con La Linda, refrendado en un paseo en un
túnel lleno de luces, que recuerda al túnel de New York, New York, un momento de fantasía, un oasis en la
atormentada vida de Tell, que después de sentir que al fin había logrado
redimir sus culpas, cobra sentido su frase sobre el blackjack, una metáfora de la vida: “el pasado afecta el futuro”.
Tell no tiene ese momento
de revelación mística como el reverendo Toller porque él no es un hombre que
busque a Dios sino que es un individuo marcado por la experiencias límites,
usado por su gobierno y que siente una profunda culpa. En el fondo, es un
personaje que busca una razón que dé sentido a su vida que se ha perdido en
tanta inmundicia. Un hombre que se siente vivo, solo cuando expía sus culpas.
Si en First reformed, Schrader se mete con el mundo de la religión y los
crímenes ambientales, el centro de la historia de su nueva película es Estados
Unidos y la impudicia de su poder, resumido en las acciones en el infame centro
de torturas en Abu Ghraib. El gobierno de EEUU conducido por empresarios
inescrupulosos que abusan y zafan de todo castigo. En cambio, las personas
comunes enviadas al frente, azuzadas por patriotismo y otras yerbas, sufren las
verdaderas consecuencias, al igual que sus enemigos. Un estado que se ha
construido desde el abuso y la manipulación. Un estado sin moral. De ahí que
aparezca de manera tan caricaturesca el personaje más “patriótico” de la historia,
Mr. USA, un jugador ucraniano que se pasea por las mesas de juego venciendo a
todos, siempre vestido con su sudadera de la bandera norteamericana y su
repetitivo cántico. Recordándonos que al final siempre el ganador es Mr. USA.
Cristian Uribe Moreno
THE CARD COUNTER
EEUU
2021
Dirigida
por Paul Schrader
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